lunes, 26 de marzo de 2007

CARRETERA PERDIDA


Ustedes están aquí, pero nosotros no...



...algo así decían en un episodio de "Los Simpson", al encontrarse con el tan sobado Área 51: un lugar que parecía no estar en ninguno, aunque supieras que tenía que estar ahí por narices; exactamente como el hotel al que me ha mandado el Inem esta semana. Ha sido un día de esos en los que vuelve a cobrar sentido la teoría de que "Mr. Bean" es, sin duda, cine social del bueno.

Tenía tres días para ir, pero esta burra tenía que esperar hasta que el Inquilino Comunista estuviese en su apogeo, por lo que había pasado una mala noche y me he levantado tarde, he tenido que ir a apuntarme a los cursillos de la oficina de empleo a mediodía: eran ya las cuatro de la tarde y aún tenía que buscar en Google Maps un kilómetro determinado de la carretera de Barcelona, así sin número de portal ni nada, sólo la empresa propietaria del hotel; ni siquiera sabía como se llamaba, he tenido que telefonearles otra vez, y me han dicho que estaban frente a una fábrica de coches de nombre mitológico, por lo que he ido pensando toda la jornada en un caballo plateado con alas y el nombre raro del hotel, no sé ni si he llegado a verlo por la ventanilla de alguno de los tres o cuatro buses equivocados que he cogido, pero era lo que más deseaba ver en el mundo.

Se me han hecho las cinco mirando callejeros, sin encontrar ni la carretera, por lo que he pensado que simplemente estaría en el camino al aeropuerto, que era la otra única referencia que me había dado el recepcionista, no parecía estar muy puesto en transporte público, ya que me hablado de no sé qué Continental y que era la Nacional Dos, esa autopista que siempre sale en las noticias y en las películas españolas. Tenía que ser muy fácil de ver, con la fábrica de coches enfrente, así que me he ido al intercambiador y he buscado un bus rojo al aeropuerto, pinto pinto colorito, 115 y así he llegado a Barajas, el barrio. He preguntado en un hotel que había por allí y me han dicho que ellos estaban tres kilómetros antes, aparte de que un poco más y se empiezan a descojonar, lo cual es perfectamente lógico y entendible, pero en ese momento no lo he visto así.
He salido fuera y he esperado otro 115, este lo iba conduciendo una especie de Jack Nicholson con gafas oscuras y todo, al que tras un cuarto de hora de un pueblo que no me sonaba de nada y carteles que ponían "Paracuellos del Jarama", me he decidido a preguntarle si habíamos pasado el kilómetro perdido ya o no; entonces va y me responde "Pues ni lo hemos pasado ni lo vamos a pasar", para morirse de risa ante mis ojos vidriosos -ha sido un milagro que no me echara a llorar desesperada en ningún momento, he conseguido contenerme de forma admirable a pesar de la tensión- y me explica algo sobre el 105 que no he logrado entender; le he dado las gracias, he bajado, he cruzado y me he subido al mencionado 105, que también era rojo, por tanto interurbano. No olvidemos que el recepcionista me ha dicho que ellos estaban en Madrid, que en las afueras no

Esta vez me ha tocado el bueno de la película, una bellísima persona que me ha explicado todo y me ha dejado en Canillejas para que cogiera un verde, un verde...GRRRRR!! @ # *!!. Y no se ha acabado aquí, también he descubierto que podía haber ido hasta allí con la línea 5, pero claro, era mucho más fácil decirme que no, que estamos en Madrid. No me extraña que el hombre me haya deseado suerte, porque debía llevar una cara de que iba a matar al que me sellara la puta carta que para qué; y encima iba sólo para eso, porque el puesto ya estaba cogido cuando llamé el otro día.

Por tanto, he cogido un verde, ansiosa como estaba de acabar con todo aquello, me he bajado delante del parque o la fábrica o lo que fuese, he atravesado la pasarela medio corriendo y he entrado en un hotel de tres estrellas muy parecido a cualquier hotel vacacional mallorquín, por el aspecto cutre setentero de todo; imagino que era uno de esos hoteles para la tripulación de los aviones, ya que estaba pegado a un aeropuerto que no sé si era Barajas o una parte del mismo que desconocía, pues no me sonaba de nada.

El recepcionista era un chico de inexpresivos ojos azules de mi edad que me ha llamado "Señora" con un acento europeo indefinido, uno de tantos figurines guiris que no saben donde está nada y tampoco mucho castellano, pero son muy guapitos estándar, como de publicidad de ropa. O eso , o ya me estoy abuelizando por fin, y eso que el listo este tenía varias líneas en la frente. Pues tú al Museo Británico, por si acaso, so momia.
Detrás del maniquí en cuestión había un gordito mayor de mirada condescendiente que me ha sellado por fin la carta, y les he preguntado cómo podía volver a Madrid, a pesar de que ya lo sabía. Tenía que hacerme la tonta para que no me contrataran en su vida, no quería volver allí nunca más, si bien tampoco creo que me sea posible.

La próxima vez que me den un maldito kilómetro como única indicación me llevo un mechero, un poco de ácido bórico y una cinta de la Orquesta Mondragón -"Ponte peluca" o "Viaje con nosotros", me es indiferente- y me las arreglo para que se pueda decir que no, que ahí no había ningún hotel...



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