martes, 20 de marzo de 2007

EN LA ESTACIÓN FANTASMA


A partir de mañana me voy a quedar sola, no podré ver el episodio de "House" con mi santo, que se va a Ciudad Real a "tirar un cable"(sic) con sus compañeros y no volverá hasta el viernes; además, esta situación de desamparo promovida por el despiadado empresario común se prolongará otras cuatro tardes-noches más la próxima semana, por lo que aparte de limpiar, cocinar y llevar a cabo algunos posts sobre mis frikadas que ya tenía en mente, supongo que deberé pensar en algo más para que pase el tiempo lo más rápido posible hasta el viernes por la tarde.

Las mañanas las tengo ocupadas, pues las voy a usar para limpiar y resolver asuntos burocráticos, tales como intentar que los cabrones de la teleoperadora me den el finiquito de dos míseros días y el certificado de empresa a tiempo para poder reanudar mi prestación o acudir a una misteriosa oferta del Inem, la primera en Madrid para mí.


Esta tarde he ido a una entrevista en un hotel muy nuevo, que pinta bastante bien, de momento no quiero escribir nada por si acaso. Siguiendo con la superstición, he aprovechado que estaba en la línea 1 para intentar ver la estación fantasma del Metro de Madrid, una que lleva cerrada desde 1966 y que efectivamente, se puede ver unos escasos segundos si pegas la cara a los cristales en el tramo entre Iglesia y Bilbao; me ha parecido ver luz, algunos letreros fugaces, a ver si es verdad que la están reformando; o eso, o he tenido la suerte de andar mirando el lado en el que no hay esos grafittis tan feos que salían en las fotos. No os preocupéis, porque no pienso entretenerme comprándome una linterna y esperando que pase el último tren para caminar hasta allí, no es ese uno de mis planes.

Sin embargo, la perspectiva de hacer una excursión a un lugar para mí siniestro y evocador me ha alegrado el día, en la entrevista he estado más risueña y relajada de lo habitual, como si no me importara lo más mínimo conseguir el trabajo, porque luego iba a ver la estación fantasma y sería como volver a ser pequeña e irme a caminar por encima de las formaciones de piedrecitas que delimitaban los huertos o ir a asomar la cabeza por la verja y mirar otra vez "la casa encantada" del pueblo, una que había sido un hospital, entonces cubierta de buganvilias, y en la que me dejó entrar una vez una anciana con pantalones que me había regalado un borroso e indeterminado juguete de color blanco, una pariente lejana de mi padre que había sido republicana y había estado en prisión. Claro que esto último es algo que hacía cada dos por tres, hasta el año pasado...

Espero que tras estas dos semanas -que presumo melancólicas e interminables- vagando por el piso hasta el viernes correspondiente, al menos me toque un puesto en algún hotel que no esté mal o similar y así me dejen volver de una vez al mundo de los vivos.

No hay comentarios: