Bueno.
Otra vez somos los indios de este western.
No es algo que me resulte extraño, de uno u otro modo lo he sido siempre, sin encajar del todo en ningún lugar; una blanca en la reserva, una blanca a la que le gustan demasiado los indios.
No es una de ellos, pero poco le falta, no aprecia lo suyo, se avergüenza de nosotros. Es inteligente, no es como ellas, ya se tranquilizará y volverá a ser agradable y educada. Esos libros, esas películas sesudas que no se entienden, tiene que ser diferente. Siempre pensando, piensa demasiado y no en lo que importa, siempre con el ordenador. Es comunista por ese novio que se echó, si no, nada. No quiere trabajar, es una vaga, no busca cualquier cosa para pagar la hipoteca, no se compró una casa ni tiene hijos, y mira qué mayor es. No sé qué le pasa, no la entiendo.
Vi muchas veces The Searchers con la que era mi familia, tal como era antes, cuando estábamos todos; entonces era pequeña y me daba miedo que se llevaran a la niña, me parecía una tragedia que se quisiera quedar con la tribu o que volviese y se encontrase con que ya ni siquiera se conocían, que perdiese unos años que ya no volverían; hace mucho que no veo esta película y no recuerdo qué pasa al final con Natalie Wood.
Ahora no lo veo tan mal, diría que es algo que acaba pasando con la suficiente cantidad de cambios o uno que tenga un gran impacto sobre el grupo humano en el que antes te sentías integrado, el que sea. Ya no quiero ni puedo volver a ser la de antes, ni siquiera la de hace tres años, no digamos la de hace siete, eso no va a poder ser.
Y a quién no le parezca bien esta india inaceptable, con sus plumas y sus flechas, que sepa que no hay nadie más. Sólo yo.
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