Hello darkness, my old friend,
I've come to talk with you again
Hace unos meses me puse a ver unos vídeos de los ochenta de mi colegio y de eventos del pueblo, algunos festivales, carnavales diversos, fiestas populares, finales de curso o villancicos frente a un belén. Hubo uno que fue muy especial, un festival de 1985 al que mi hermana y yo no pudimos ir porque cogimos la gripe, nos encantó; mi hermana recordó su número de La Ratita Presumida que nunca pudo hacer y nos admiramos de la gente imitando videoclips y un chaval de octavo marcándose un breakdance que nos hubiera cambiado la vida de haber estado.
Hubo otros que no, como un carnaval de 1984 en el que salgo sentada, vestida de japonesa y hablando con alguien tras el abanico, me sorprendió y me gustó verme hablando, tranquila, no intentando esconderme ni nada, y eso que ese día me hicieron llorar por no querer intervenir en un juego idiota y me tildaron de tonta por no hacer lo que todos, otra vez. Sospecho que es mi amiga Sandra la medio francesa, la única amiga que tuve y que cuando se fue al año siguiente, alguno que tiene la suerte de que no le recuerde me dijo “Ahora te has quedado sola”, una más de mi maravillosa clase. Viéndoles en el festival anteriormente mencionado, tan pequeñitos, nadie podría imaginarse lo cabrones que eran unos cuántos, los suficientes para arrastrar a otros o causar temor.
Me he alegrado de no verme llorar en ningún vídeo, salgo hablando, paseando, mirando algo que me interesa. No sé porqué se supone que había que odiarme tanto.
Y claro, en estos vídeos sale mi padre. Mi padre sonriendo a la cámara en una procesión, mucho más joven y delgado en 1990 mirando el desfile de carnaval con mi madre y conmigo y el más doloroso, el vídeo del final de curso de 1985 en el que vamos al mirador con el resto de familias de profesores y gente bien vista del colegio y lo hacemos todo mal, los cuatro quedamos los últimos en las carreras, mi padre se cae en la carrera de sacos aunque luego sale sonriendo, paseando por ahí. Mi madre se aburre y pone mala cara, eso lo que se ve.
Salen todos.
Sale mi vecino el que murió tan joven, corriendo con los otros tres de su curso. Sale el mejor amigo de mi padre que ahora ya no se puede mover, sale el marido de la compañera de mi madre que tiene un tumor, todos los que ya no están o son muy mayores ya y sólo son una sombra de lo que fueron y todos andan y corren arriba y abajo, se ríen, hace sol, todo son promesas y oportunidades, mi hermana corre por todo el vídeo con su lacito azul en la cabeza y es tan mona, tan graciosa.
No sale cuando más tarde mi padre se empeña en que bajemos al pueblo a pie o hasta el coche, no recuerdo, por otro camino, monte a través, y nos perdemos. Y acabamos arrastrándonos por una ladera, arañados y cubiertos de polvo y sin saber muy bien para qué, todo por no ir por el mismo camino que los demás, y yo recuerdo ese día durante décadas como ejemplo de fracaso familiar, al menos en ese contexto; en otros, resulta ridículo pensarlo. Un día de excursión no decide una vida, pero refleja un momento.
Y en ese momento todo estaba por hacer, o eso parecía. Aún nos dejan hacer algunas cosas, mi hermano más joven rompe una olla en el trencaolles.
Todos tienen más o menos mi edad, pero su momento es tan distinto, como todo lo demás, ni el camino que marcaron nos vale ya, por mucho que algunos se empeñen en que sí, que vamos a vivir como nuestros padres. Y algunos lo conseguirán, pero con restos de serie y entonces tú serás una vaga, una aprovechada, una fracasada que su novio ni es del pueblo ni es mallorquín pero les asombra que sea majo e inteligente y eso, todo porque su mundo no se rompa; es como si tu clase de EGB volviera a por ti, y eso es lo peor que podía pasar.
Y si son gente que tu creías que te quería y te respetaba, pues es aún peor. Supuestos amigos, supuesta familia, supuesto todo entonces, quién sabe ya. Todo por no cumplir las normas y aspirar a lo mismo que ellos, como si se lo fueras a quitar cuando tú sólo quieres añadir caminos, o que se añadan.
Pero bueno, eso es lo que quieren. Y de esa excursión no voy a volver.
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