viernes, 31 de diciembre de 2010



El año pasado mi nochevieja fue tal que así; y tal como ha ido este 2010, debería poner una cartulina negra para expresar lo que veo en el 2011, quizá sería mejor una blanca, aunque sea lo mismo, es decir, que no lo sabemos y no lo podemos saber, se ha demostrado.

Ya llevo dos años en paro, tal día como hoy me despidieron del trabajo más largo que he tenido y ya ni recuerdo cómo se hace, ni siquiera tengo claro qué voy a hacer o más bien qué puedo hacer dentro de las cada vez más limitadas posibilidades que se me ofrecen, no veo como una fantasía apocalíptica el que mi vida laboral haya terminado, nadie está interesado en las señoras de treinta y seis para treinta y siete y si esta crisis dura más años, tendré más de cuarenta, y sin experiencia suficiente para esa edad.

Soy una de tantos moduleros que se hartan de escuchar que si hacen falta técnicos de FP, pero que cuando va a la entrevista se encuentra con que prefieren a un recepcionista diplomado de menos de treinta para poderlo putear y que además haga bonito en la barra del hotel. Además, en el hipotético caso de poder regresar a Madrid, seguiré teniendo el mismo problema, que no se fían de nadie que venga de hoteles vacacionales porque para ellos eres algo así como una especie de camarera salvaje que va a ir allí sin depilar y tuteará a los clientes.

Lo que es el sector teleputil, dudo que aquí haya oportunidades en ese sentido, aunque haya estado tan solicitada en el pasado, y la falta de experiencia como cajera o camarera de barra o cualquier otro puesto que sea de atención al cliente o relacionado, provoca el que ni siquiera me llamen, extremo que no me queda otro remedio que comprender, aunque siguiera y siga apuntándome pensando que puede darse algún tipo de casualidad. Muy pocos van a llamar a quiénes no sepan hacer el trabajo y les tengan que enseñar, a menos que sean amigos o parientes, y ya se sabe lo que pasa con esas cosas, aparece uno más amigo o más cercano y adiós.

No es algo que se pueda decidir en cinco minutos y tal como están las cosas, tendrán que reservar el verbo “decidir” para quiénes puedan permitírselo. A mí ya se me está olvidando lo que significa.

Hemos venido aquí porque podemos estar en la casa de mis padres, y vaya, de momento no es tan horrible como había pensado, que esto me parece tan mal que todo lo triste que esté no me parece suficiente, pienso que debería estarlo más, que debería consumirme la desesperación. Y luego vuelvo a pensar que o me he acostumbrado o es que aún no me doy cuenta de cómo está la situación, por mucho que pensemos trabajar y ahorrar, quizá nos encontremos con que sencillamente no se puede. Ya ha pasado antes, ya nos han arrebatado la vida que habíamos construido, a pedacitos, viendo poco a poco como no queda más remedio que volver atrás; quizá acabemos malviviendo en fábricas, sucios y enfermos, cosiendo la ropa y los balones que antes cosían otros, y además es posible que nos lo tengamos merecido. No sé si podría vivir así, con el recuerdo de algo mucho mejor, que el resto de mi vida sea terrible, que sea necesario un nuevo Dickens, sólo que ahora no llegaría nunca, ya se encargarían de que eso no sucediera jamás.

Creo que si Huxley y Orwell vivieran, estarían llorando abrazados en un café en este mismo momento, sobre todo con ese gesto simbólico del otro día en el que un canal de Gran Hermano sustituyó a un canal de noticias.
Nunca en mi vida había sentido más que un año nuevo pudiera no ser feliz, casi seguro que no será así.

No os quiero mentir, no os lo toméis a mal, aunque espero que os vaya bien, que a alguien le vaya, al menos.



No hay comentarios: