domingo, 5 de abril de 2009

ESTOS GILIPOLLAS SE ESTÁN BUSCANDO UN POST




Ayer, en una soleada tarde de sábado, nos, el vago analfabeto andaluz por antonomasia y la mafiosa mallorquina cerrada, rarita, nacionalista separatista y quién sabe qué más -no lo podemos evitar, es que venimos de esas provincias, ya se sabe, y eso hace las cosas tan fáciles ¿verdad?- nos subimos a un bus urbano como pobres proletarios que somos. Como soy una tacaña por mi común herencia cultural con los catalanes, le di un euro falso al conductor y le dije "Bona tarda" -en catalán estándar para que moleste más- mientras mi novio granaíno se anudaba la camisa enseñando el ombligo, se ponía el sombrero cordobés y el clavel en la oreja y bailaba un zapateado para distraerle y colarse sin pagar, no sin dejar de afanarle el móvil, el ipod y el gps, con musho arte, eso sí. Luego nos tuvimos que sentar en asientos normales y corrientes, con lo que nos gusta acomodarnos en los reservados a ancianos y discapacitados.
Es que somos así, porque somos republicanos, trotskistas, leninistas, estalinistas, progretarraislamofascistas, castristas, feministas, retroabortistas, rojos resentidos, ateos, feos, sodomitas, vietnamitas, bisexuales, masones, partidarios del amor libre y además hablamos un poco de euskera entre los dos y llevamos siempre ropa interior del Che.

La inusual circunstancia de estar en el lugar que nos correspondía por nuestra ínfima categoría y natural inferioridad provinciana nos dió la oportunidad de conocer los pensamientos y opiniones de unas personas maravillosas: la gente más madrileña del mundo, y por tanto, la mejor; una señora y su marido y/o sobrino, de los que sólo escuchamos sus melodiosas voces, en principio. Como había una chica en silla de ruedas acompañada de su padre o abuelo esperando para que les pusieran la rampa, el bus tardó un poco más de la cuenta, por lo que el señor empezó a comentarle a su santa esposa a voz en grito que "sólo estaban tardando quince minutos" y a hacer burla de los tardones de la niña y el abuelo, que se lo tenían merecido por inútil y viejo de mierda y que les estaban retrasando en sus importantísimos quehaceres findesemaneros, que seguro eran muchos y de vital importancia para el opresor estado español, tales como inflarse a chocolate y porras mientras emitían agudos e imprescindibles comentarios sobre la realidad circundante para que los nacional-socialistas y comunistas presentes tomaran nota y procedieran en consecuencia.
En ese ejemplar rapapolvo sonoro pudimos apreciar la infinita capacidad de empatía de los únicos españoles que existen y deben existir, que no satisfechos con hacerles ver a los insurrectos en cuestión que por su culpa llegaban tarde, aludieron jocosamente al hecho de que ahora ir en silla de ruedas era mejor porque las había teledirigidas, reírse de que la niña no acertara a subir muy bien la rampa con la ayuda de los frágiles brazos de su anciano pariente y luego pasar a hablar de que había gente que no tenía paciencia con sus enfermedades, como la madre del señor, que era una pesada insufrible y una exagerada porque tenía Parkinson.

Sin que decayera el tono de la tan necesaria arenga, tanto en contenido como en volumen, pasaron a opinar también de los inmigrantes de lo que presumiblemente era su buen barrio, en el que sólo había "un cero coma uno por ciento" en edificios muy viejos y que "no daban mucha guerra", que tenían sus rollos pero bueno, y que "se habían integrado fenomenal", que los niños iban todos con su uniforme al colegio, que eso del racismo era más en Andalucía y en Barcelona, que allí eran "xenófobos contigo, así que imagínate" y que aquí la gente era mucho más permisiva, que por eso no había problemas. A continuación fardaron de su apartamento en Benalmádena, que era lo mejor, porque lo habían elegido ellos, sin duda alguna.

Luego se bajaron del bus y por fin pudimos vislumbrar su fina estampa de pijos de barrio sobrevenidos, ella teñida de rubio dorado con diadema y pendientes de clip, con gafas oscuras, pañuelito estampado al cuello y perlas y él intentando no dejar atrás su juventud ataviado como un auténtico Nuevas Generaciones con barrigón en camisita de coquetos cuadritos blancos y azules y peinado a lo the late Ánsar, en consonancia con su late persona, todo un ejemplo de coherencia estético-mental para cualquiera, y para unos descarriados como nosotros, más.

Es por eso que en el momento de la revelación final -mañana nos casamos por la Iglesia y nos ayuntaremos sólo para procrear, tirando nuestros carnets del partido al fuego purificador y hablando en catalán sólo en el baño-, le pasé una nota a mi acompañante, garabateada esforzadamente en el torpe castellano producto de la inmersión lingüística que me ha dejado tarada para siempre, que rezaba así: "Estos gilipollas se están buscando un post".

Eso sí; mejores gilipollas que ellos no hay en ningún sitio, excepto en todas partes.



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