sábado, 7 de octubre de 2006

INTOLERANCIA DIVERSIFICADA




Hace días que terminé de trabajar, y sigo sin ser capaz de ordenar el cuarto del todo; tengo tres cajas de plástico en las que voy a meter mis apuntes y otras cosas, pero no tengo ganas de hacer nada, y aunque en parte se podría atribuir esta abulia a que acaba de irse el Inquilino Comunista y al hecho de haberme resfriado algo, no dejo de tener un viaje en perspectiva, ya sólo falta una semana. Debería estar dando palmas y saltando de alegría, o leyendo o haciendo algo que me gustara.

Tengo la sensación de no haber descansado lo suficiente y de tener mucho sin hacer, el lunes debo ir a la oficina de empleo a solicitar una ayuda, y me he impuesto el deber de arreglarlo el mismo día o en dos o tres como mucho, ya que después tendré que coger mi maletita marrón y mi mochila negra a fin de rellenarlas de ropa para once días, y sin embargo, me siento triste y en vez de escribir algún post sobre una peli de los ochenta, por ejemplo, o un post sobre TV, algo más frívolo, sigo sin tener humor para eso y doy la tabarra una vez más con mis neuras, aunque reconozco que este chiringuito también lo puse para eso.

Esto de hacer miles de planes y no cumplir ni un pequeño porcentaje de los mismos por el método de perder el tiempo de la forma más miserable y sin saber ni cómo, hora tras hora y día tras día es de lo que más me deprime, aunque tantas otras cosas me hayan entristecido este verano, y que por mucho que te acostumbres a la vida de la Emily Dickinson moderna, con tu amado a cientos de kilómetros, sólo viéndole y leyéndole cada día, sin poder tenerlo todo lo presente que quisieras, esa es otra circunstancia que agrava aún más estas melancolías pasajeras, si bien algo cansinas, cuando van superponiéndose la una a la otra en sus diferentes grados y pasan a ser un continuo.

Para empezar, soy incapaz de ser frívola y pasar de todo, y lo que es peor, he notado que mi desprecio hacia las personas que son así va en aumento, así como hacia los cínicos profesionales y los tontos que se creen muy inteligentes; no soporto a quién no tiene consideración alguna con otros, no comprendo ni comparto sus motivos, aunque pueda llegar a entenderlos: por ejemplo, el tercer y último conserje con el que he trabajado este año en el hotel me cayó horriblemente mal, porque no dejaba de mirarme con ojos de cuarentón frustrado que no ha tocado a una tía en su vida y poco a poco te dabas cuenta de que era un amargado y bastante tonto, aparte de miedoso y cobarde como pocos.

Quizá no sea mala persona después de todo, pero me iba irritando cada vez más, entre sus teorías sobre "el libertinaje de los jóvenes", que no tenían respeto, que si no se fiaba de la palabra de Zapatero, que si él no votaba porque no se fiaba de los políticos -pero luego defendía la gestión económica del PP-, que no estaba totalmente en contra del franquismo y que la democracia no arreglaba nada, porque no podía ir por la calle tranquilo por los moros y los jóvenes, que ahora los inmigrantes eran como los andaluces que vinieron en los sesenta que sólo tenían hijos y eran muy ignorantes...aquí fue cuando dije que además de tener novio, éste era andaluz, y no supo ni donde meterse, acudió al socorrido "Yo no les odio, eh, no tengo nada contra ellos". Ya.
Por si ese cúmulo de ideas basadas en el miedo y la ignorancia voluntaria típicos del mallorquín más cerradito no bastaran para molestar a cualquiera, no dejaba de mirarme fijamente de forma lasciva y se creía muy seductor cuando me decía siempre que me podía quedar a dormir, o mencionaba que me había dejado sin hacer algo -que luego resultaba estar hecho- justo cuando estaba en la salida, por lo que aprendí a estar ya lista y con el bolso puesto y decirle lo mínimo. Llegó un momento que ya no le aguantaba y ni siquiera le di la mano cuando me despedí de todos, porque no quiero volver a trabajar con un imbécil semejante en mi vida, ya estoy harta de mamarrachos de este calibre, y respeto siempre a la persona pero de ninguna manera estas opiniones. Y no creáis que sirve de algo contestar y enzarzarse en una discusión estéril, es mejor ignorarles y procurar no relacionarse con ellos más allá de lo superficial.

Lo que más me asombró fue que me molestara tanto que criticara al presidente del gobierno actual y todo lo mencionado acerca de la política española: no sólo no tenía tiempo de desarrollar una defensa ante toda aquella sarta de estupideces provenientes de un alma pobre, conformista y amargada -no podía perder el bus, tenía cinco o diez minutos como mucho-, sino que me puse roja, me ardieron los ojos y sentí una opresión terrible en el pecho durante todo el viaje. Y desde ese momento procuré hablarle del tiempo y similares o indicarle lo que quería la jefa que hiciera esa noche y largarme; lo que me molesta es que parecerá que no tenía respuesta para todo eso, pero en realidad lo que hice fue contenerme, qué cerca estuve de decirle que no me extrañaba nada que con cuarenta y pocos aún andase viviendo con su madre, y si había sido joven alguna vez, que porqué tenía tanto miedo de la libertad.

Supongo que si pagasen mejor a la gente hubiera venido un conserje normal y corriente, de estos de cincuenta años, como el pobre que se nos murió a media temporada. Y pensar que la mente de aquel señor tan bueno y agradable era mucho más joven que la suya, y debo añadir la del resto de conserjes cincuentones que he conocido.

También os podría hablar del director alcohólico de otro de los hoteles que vivía en el nuestro y que se hacía pasar por todo un caballero de los de antes, como si siguiera un manual; enseguida supe que algo gordo ocultaba con esa actitud tan artificiosa, y no era otra cosa que su afición a la botella: antes de irse al otro hotel se iba a un bar cercano y luego se dirigía bien cargado a su lugar de trabajo. Las recepcionistas acabaron tan hartas de sus cambios de humor y sus gritos que ni le obedecían.

Y sin embargo, estos compañeros son apenas nada al lado del infierno que sufrí hace un par de años ya, pero que me temo que sigue haciendo que me muestre mucho más fría y distante en mis mostradores de recepción diversos. Creo que va a ser algo permanente, si bien no pueda evitar ser amable con algunas personas.

Esto ha sido sin duda lo peor de esta temporada, la radicalización de mis odios hacia ciertos tipos de persona, simplemente ya no les acepto, si puedo evitar relacionarme con gente así, lo hago. Me he hartado de aguantar gente que es molesta para otros y no se esfuerzan en corregirse ni nada, la chica mexicana con la que hablaba en el bus a menudo me lo dijo, que tolerar sí, pero aguantar no.

Lo mejor de la temporada ha sido conocer a la chica africana y la chica mexicana -una tía muy culta que me contó historias divertidísimas y la llamo "chica" a pesar de su hija preadolescente y sus cuarenta y muchos porque sigue siendo una chica- , tanto una como otra fueron muy majas, sobre todo la chica africana: ella también tenía a su marido lejos, en Almería, y me dijo que tenía dos niños, que iban al colegio allí, que los andaluces no son tan racistas como aquí y que se estaba haciendo una casa en Senegal.
También me ha caído muy bien la recepcionista catalana, me dijo que un día fuera a Barcelona y vería por mí misma que muchos han mentido de forma interesada sobre como los catalanes tratan a la gente, que se hablaba más castellano que catalán y que no me sorprendiera de que los mallorquines se escandalizaran porque me quisiera ir y estuviesen convencidos de que voy a fracasar, que aquí somos muy cerrados, muy poco amigos de salir de la isla. Empiezo a pensar que los mejores isleños andan todos desperdigados por el mundo...sé que hay buena gente en esta isla, que no cree que el futuro pase por meterse cada uno en su ghetto, pero siguen siendo pocos o muy pocos.

También me gustó mucho ir a ver a Rubianes al auditorio de mi ciudad con dos de mis hermanos, la Gran Lebowski -fan total del hombre- y Xisco, el hombre paranormal de la casa. No había tenido oportunidad de verle en persona, y no se trata de un monologuista cualquiera, es un artista y un muy buen actor que lleva años en el teatro. Además, nos hizo mucha gracia con lo de que no se lo dijésemos a nadie, pero que la Generalitat le pasaba sesenta mil euros cada semana para su cuidada escenografía, que se había liado una gorda pero que tenía un amigo en esto, el Papa, que mientras a él le perseguía la Yihad islámica a él le perseguía la Yihad hispánica y la perfecta imitación de la típica persona que no le soporta y le mira mal, y que encima está sentada delante.

Fue muy agradable, la verdad, aunque me sintiera un poco triste porque quizá sea una de las últimas veces que voy a ir con mis hermanos a algún sitio, en parte fui por eso.

Supongo que es la hora de empezar a despedirse, y va a ser mucho más duro de lo que pensaba, pero conseguir unas cosas implica renunciar a otras; sólo espero ser capaz de hacer que las cosas salgan más o menos bien y no acabar tan amargada, frustrada y derrotada como otros.

Por otro lado, me voy a bajar en Atocha la próxima semana, del catorce al veinticinco, si bien es mejor que no nos llaméis, que ya os llamaremos nosotros.

Me parece que tampoco me voy a sentir mejor después de esto, sigo viéndolo todo negro. Es posible que el viernes por la tarde este mucho más contenta, al menos eso espero.



No hay comentarios: