jueves, 17 de agosto de 2006

20.001 TRABAJADORES



Ayer decían esto, una vez más, en el Diario de Mallorca, y se supone que hay que denunciar, pero qué se puede hacer en una isla en la que si haces tal cosa, y aunque sólo estés apuntado a un sindicato, te encuentras con que luego procuran no contratarte y se te etiqueta como conflictivo. Es una de las razones por las que prefiero marcharme antes de que esto me acabe sucediendo.

Tras haber leído esta noticia, me fui al trabajo un tanto estremecida, no dejo de recordar cuántas vidas han destruido estas prácticas, por ahorrarse una indemnización no les importa que acabes en una institución mental o que te suicides. Hasta pensarán aquello tan bonito de que así se libran de los débiles, que sólo los fuertes sobreviven.

Esa tarde como siempre tenía bastantes cosas que hacer, que las hago todas y más: me encargo de apuntar los datos de todos los clientes en el ordenador y luego ir enviando los ficheros a la Benemérita, de hacer los excel de los cuestionarios, de pasar las reservas, anulaciones y modificaciones que llegan, de atender a todos los que vienen con cualquier tontería y te hacen perder minutos y minutos, de recibir a las entradas y escuchar los estúpidos argumentos de gente que parece que se va a morir porque no puede sentarse en el balcón y ver el mar y que encima presume de pagar tanto dinero, y luego los ves que no se pueden aguantar la risa porque saben que están haciendo un numerito y se creen que aquí somos tontos, por no hablar del típico operador de fábrica que pone en el cuestionario que las mujeres de la limpieza son lo mejor porque se cree que los recepcionistas sólo somos oficinistas y para él no estamos haciendo nada.

Sólo algunos preguntan qué hace usted aquí si estaba ayer por la noche y ha venido a las siete y media de la mañana, que si debería dormir más, si se encuentra bien. O simplemente agradecen las cosas, o se sientan en el viejo piano blanco de la entrada, recuerdo de aparentes esplendores pasados hace más de veinte años, y tocan "Your song" de Elton John, y les buscas para felicitarles y han desaparecido. Esos que vengan todo lo que quieran.

Además, tenemos que hacer cosas ilegales como si no lo fueran, de forma cotidiana, como por ejemplo, fotocopiar pasaportes y carnés de identidad, enviar gente víctima de overbooking a otros hoteles y luego hacerles firmar una compensación medio engañándoles, si se caen en el hotel, no llamar al médico, por daño que se hayan hecho -el otro día una chica se cayó por las escaleras y le quedó la parte baja de la espalda morada- porque la responsabilidad no recaiga sobre nosotros, defender unas instalaciones que sabemos ruinosas o callarnos mientras aguantamos las muchas veces exageradas y teatreras protestas del cliente de turno, que viene aquí a exigir todo lo que no puede en su país, porque allí no es nadie, hasta se atreven a decirte que eres una mierda porque ellos han llegado tarde, el comedor ya está cerrado, y la cocinera y la pinche no tienen porque quedarse media hora más sólo porque un par de viejos amargados muertos de hambre no tienen dinero ni para irse a un chino, ni deberían tenerlo para irse de vacaciones. Y encima son unos maleducados.

Sólo dije que tuvieran un poco de respeto para los trabajadores, pero la próxima vez les suelto a ver si necesitan un médico de la cabeza o algo peor. Y si me echan, estupendo, estaré orgullosa de que me despidan por decirles la verdad a gentuza así, porque ser oprimido y venir a hacerse el opresor a otro sitio con tus iguales es sinónimo de ser ignorante y estúpido, de haberse buscado lo que tienen.

Lo peor de todo esto es que hay demasiado mallorquín resignado, en esto los trabajadores inmigrantes son más valientes: tanto la ecuatoriana como la africana no hacen horas extras si no se las pagan, y si a una le falta un día libre, no quiere que se lo paguen, sino que se lo den. Y lo consiguen. Es posible que no las contraten el año que viene, pero qué importa, cualquier año no se podrán contratar ni a sí mismos, y merecidísimo se lo tendrán, que ya no se puedan permitir ningún lujo de esos por los que nosotros cobramos menos cada temporada.

En cambio mallorquines de todo tipo que llevan años y años en el hotel se dedican a padecer el abuso en silencio: trabajos que no te corresponden, como hacer cafés, estar a la vez en el bar y el comedor, una señora de casi sesenta años encargándose casi sola de poner y quitar las mesas o de hacer el día libre de la chica ecuatoriana porque vive en el hotel y sabe que no puede decir que no, aparte de no tener la información suficiente para superar el ramalazo servil que pervive en muchas personas de esta comunidad, siempre sirviendo al senyor de la posessió, al diosecillo repugnante que habita en la inconsciencia del cacique criado entre algodones, que se presenta con su ropa para la lavandería en medio de una entrada, o se muestra contrariado porque el esclavo, el ser inferior, no puede hacerle el café en ese momento.

Me pregunto si se han enterado de que les podemos decir cuatro cosas, de que si les golpeamos sangrarán sin remedio, de que si siguen así, algún hotel se caerá encima de ellos y de los pobres desgraciados que estén allí fuera de su horario, vosotros que vivís al lado del hotel, que amáis la empresa en atrocidad suprema, que no os molesta tener que tratar a ciertos personajes de don y doña, como si esto fuera "Jarrapellejos".

Y después de ser consciente de toda la mierda que es esto, de a dónde estáis llevando a esta comunidad, encima la jefa de personal, la de los Recursos Inhumanos -y de paso de reservas: por favor, que no se pierda nada- tiene que irse al bar y que se escuche en su conversación como dice claramente que Francisca es muy lenta y como tonta.

Hay dos personas más en el trabajo que se llaman igual que yo, la pobre señora del comedor y una de las mujeres de la limpieza, pero no nos engañemos, la única función en la que tienes que usar un poco la cabeza es la mía. Es evidente que se refiere a mí.

Ya había notado que no le caía bien, porque no soy lo suficientemente dinámica, quizá me falte confianza y a veces, no siempre, ya que se necesita tiempo para aprenderse las pautas de unas tareas concretas y de ese lugar de trabajo, puedo titubear, pero siempre cumplo con mis tareas y sin errores, no como los más rápidos del Oeste, que ese suele ser su gran defecto, de ningún modo soy muy lenta, y mucho menos tonta.

Porque no le guste mi manera de trabajar no tiene porque juzgarme así y menos comentárselo a uno de mis compañeros, y menos sabiendo que yo lo puedo escuchar, eso ,señores, puede ser un principio de acoso laboral frente al que ya veremos qué hago, si se continua.

No voy a cambiar ya mucho, tengo casi treinta y dos años, y mi imagen pública sigue pareciéndose a esto:


Y aunque haya gente que piense que mi mente discurre de esta forma, a veces llego al antro portuario en el que trabajo pensando en esta canción, e imaginando turistas mutilados tirados por la acera, mientras los demonios que hemos invocado se los comen a ellos y a los hoteleros, dejando a todos los trabajadores libres. Los trepas y pelotas también mueren de forma sórdida y brutal, porque lo dice la guionista.



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