jueves, 13 de julio de 2006

IDA Y VUELTA AL INFIERNO, POR FAVOR



No ha sido tan guay como el año pasado, pero se le acerca bastante...

En el viaje de ida, en el autobús que cojo los mediodías a las dos, había un guiri cuarentón -no sabría decir si inglés o alemán, pero creo que era más bien lo primero- que no cesaba de mirarme fijamente, durante todo el trayecto, primero sonriente y luego, al ver que no sólo no le hacía caso, sino que además procuraba no mirar en su dirección, con una expresión tensa tras sus gafas de sol.
Mientras me preparaba para llamar a la policía nada más llegar, temiendo que me siguiera o similar, la situación acabó tomando un giro inesperado, justo antes de bajar, sacó la cámara del bolso de su mujer y me hizo una foto. Luego él y su familia se bajaron del bus tan campantes.

No sé que pensar, la verdad. Podría ser un pervertido, aunque vamos si su mujer le da la cámara, y están sus hijos delante, o es mucho más pervertido de lo que creía, o es algo mucho peor, como por ejemplo, que me fotografien para ponerme en su weblog o lo que tengan, y decir que los malvados trabajadores de la hostelería no damos preferencia a una familia que nos da de comer para sentarse.

Puede parecer algo muy retorcido, pero es la clase de actitud a la que nos enfrentamos muchas veces en barras de bares y recepciones, gente que pretende que tú tienes que darles todo primero a ellos, que ven a alguien corriendo hacia un autobús y le paran para preguntarle una dirección etc., en fin, una abrumadora y generalizada falta de consideración hacia lo que ellos deben ver como negros de su plantación, sin duda.

Eso sí, salí de perfil, que se me reconoce menos y además a lo mejor no se atreven a ponerlo, los perfiles holmesianos es lo que tienen.

En el viaje de vuelta, los guiris se portaron bien: los que no, esta vez fueron el chófer y tres pasajeros, una vieja dominicana arrugada como una pasa y tres extremeños, entre los que se hallaban dos compañeras habituales de autobús a las que conozco de vista y el propio conductor, un joven gordito que decía ser de cerca de Puerto Hurraco.

Yo estaba sentada un poco más atrás, no mucho, y como quedábamos muy pocos, sin pedirnos permiso ni nada, al chico le dió porque le acompañáramos a poner gasolina -ya fui en una ocasión con otro chófer, pero me pidió a ver si le hacía el favor, para ya quedarse en la parada.- y en la estación de servicio se pusieron a hablar.

Hablaron de que si estaban muy bien en Badajoz en invierno, que si este invierno se iban a quedar o no, y de que los mallorquines, tela marinera...además, la vieja dominicana dijo que los chicos mallorquines eran muy machistas, casi gritando, a ver si yo decía algo, supongo. Afortunadamente no hizo falta, porque la extremeña se giró y dijo "Eh que hay una mallorquina...". El chófer no se atrevió a continuar con su teoría de porqué somos "tela marinera".

Sí, exacto. Sólo una, por eso podían hablar a sus anchas, sin miedo a que les dijese absolutamente nada o les hiciera un discurso, que ganas no me faltaban. Pero pasé, porque para qué, de qué serviría decir nada a esos cuatro freaks ignorantes, si les dijese a ver si son descendientes de los que salían en el documental de Buñuel, primero tendrían que buscar al cibercafé y buscar en el google a ver qué es un documental y quién era Buñuel, y luego me podrían dar la paliza.

He aquí porque jamás digo nada, al final. Me parece demasiado fuerte, o que me paso, al menos soy consciente de eso. No niego que a veces puede valer la pena, eso sí.

Este suceso me ha quemado mucho, me he sentido muy ofendida, no lo puedo evitar; siento que me están humillando porque después de todo, soy yo quién ha nacido aquí, y si me fuera a su pueblo y cuestionara su forma de vida y cómo son ellos con ese tono y esa actitud, estoy segura de que no se callarían. Por fortuna, es algo que ni se me pasa por la cabeza, ni siquiera si pudiera ir a Bielefeld o a Leipzig, que me encontraría alemanes, pero seguramente me encontraría con los que piensan que es de mal gusto venir aquí y hasta me caerían bien y me parecerían bonitas las ciudades y todo.


Siempre se me ha dicho que no debo sentirme necesariamente aludida cuando se menciona a un colectivo al que por casualidad pertenezco, algo parecido me pasa cuando se habla mal de las mujeres en general o de la gente de letras o los que nos gusta lo paranormal o lo que sea, pienso que se está generalizando de forma estúpida o injusta y bueno en este caso, es aún peor, porque pienso que debí decir algo, para variar.

Al fin y al cabo, no se habló con total libertad porque estaba allí, yo, una mallorquina, y ese solo hecho ya lo dice todo. Me parece la demostración del pensamiento de quizá muchos más de los que había en ese autobús, gente que viene aquí a trabajar y luego viven de lo que han ganado en verano, y no les importa lo que pase aquí, lo que pase con nosotros, los mallorquines de todo pelaje, hasta los que en efecto sean "tela marinera".

Y así está todo, porque les importa a demasiado pocos. Hay demasiados mallorquines ricos apoltronados con garantías hasta un par de generaciones después de ellos y demasiados inmigrantes tanto exteriores como interiores que tienen el típico conflicto interior con algo que desprecian, en parte porque no dejan de necesitarlo, y que además no son muy allá, ni tienen la cultura y la curiosidad necesarias para intentar salir de esa situación o al menos ser conscientes de ella.

Si yo fuese igual que ellos habría usado este día libre para ofuscarme y hacerme de UM, por ejemplo, y ponérmelo todo así de fácil, intentando protegerme de los gilipollas de turno, que los hay en todos lados, y cada día más.

Pero no lo voy a hacer, aunque me sigue quemando todo esto, y pienso que algo debería haber dicho: con decir que mi novio es andaluz, ya se hubiesen muerto de vergüenza, y ni siquiera habría ofendido a nadie.

Lo más cómico de todo este asunto, es que al día siguiente , aquí el ricitos del conductor se cabreó porque la dominicana le había estado llamando "gordo" todo el rato, ya que el hombre tiene algo de sobrepeso, pero nada importante, y se pasó todo el viaje diciendo que él pasaba de la tía esta. Pues imagínate cómo me sentó a mí lo que dijisteis vosotros.

Y si la dominicana esta vuelve a gritar en plan desafiante, le voy a decir qué edad tienen esos chicos mallorquines con los que debe salir, ya que los conoce tanto. Porque si tienen sesenta años o más, por supuesto que son machistas, igual que ella, no te jode la señora.

Ah, y también me parecen mal las personas mayores que se creen que por serlo les deben respeto a ellos y en cambio, ellos no se lo deben a nadie, porque "ya pueden decir lo que quieran". Esta fantasmona es un buen ejemplo, veríamos si se atrevía a mostrar la misma actitud ante un par de madones que trabajaran en un hotel, porque hasta se iban a levantar a decirle cuatro cosas.

Estoy muy cansada de que me abronquen desconocidos, o me hagan cosas raras de estas, y dudar todo el tiempo, pensando que tengo algo malo o algo raro, o qué pasa. Y si tengo el suficiente mal día, y se me ocurre responder o reclamo mis derechos, encima me machacan y me miran mal o piensan que me he pasado.

Hasta pienso si toda esa gente no serán amigos del macarra puntilloso y todo esto no serán maniobras contra mí, ya que también hablaron del único chófer mallorquín y dijeron que era simpático, pero que era mallorquín...

Si todo esto no es más que compañerismo entre trabajadores peninsulares, sin pararse a ver que un sinvergüenza se atrevió a aterrorizarme un viaje entero, yo reaccioné quizá un tanto agresivamente -dije "Buenas tardes" muy fuerte, uhu qué miedo- y encima me amenazó con agredirme físicamente a sabiendas de que jamás podría con él...me gustaría ver qué les parecería si el chófer mallorquín abroncara y amenazara a una de las suyas, si es que quieren que lo veamos así. Es que lo linchaban.

Pensé que si respondías te respetaban, pero es aún peor, primero lo del artículo del instituto, ahora esto y alguna otra cosa que tendré semiolvidada, pero cada día tengo menos ganas de defenderme, para qué.

Quizá sea mejor comprarse una bicicleta, y acabar espachurrada por alguna de nuestras tropecientas autopistas o llegar empapada en octubre, cualquier cosa menos seguir aguantando estas gilipolleces, que una bien, pero si cada semana se me ponen en este plan...

Y aún vendrá alguien y me dirá que la racista soy yo: pues no se moleste, amigo anónimo, racistas somos todos por naturaleza, tenemos miedo a lo distinto, el problema es estar orgullosos de ello y no intentar corregirlo conociendo a los demás uno a uno, por ejemplo.



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