domingo, 16 de julio de 2006

DEATH AND THE NIGHTCLERK



Nachtpersonal sollte nicht einschlafen!!*

*El personal nocturno no debería dormir.

Esa es la queja que me estremeció ayer por la tarde en un cuestionario especialmente virulento, proveniente de una estúpida desagradecida que dijo que el servicio era miserable y que no sabíamos alemán, cuando parecía entenderme perfectamente y entre las muchas amabilidades extra que le prodigamos, se hallaba el hecho de que, por ejemplo, le dimos otra tarjeta para que sus walkie talkies siguieran funcionando cuando dejaba a su hija pequeña encerrada mientras ella se sentaba en el bar, para poder escuchar lo que hacía. Aparte que una mala madre como esa no debería ir por ahí juzgando a nadie ni exigiendo, una vez más, que hablemos su idioma perfecto cuando es algo que no es realmente necesario ni se paga para eso, y si no, que me diga cuántos recepcionistas alemanes saben siquiera chapurrear español.

Y todo eso porque no le arreglaron el water el mismo día, o porque una vez más, la guía de la agencia olvidó poner la hora de sus salidas, cosa que NO es responsabilidad nuestra, y encima pone eso de nuestro pobre conserje.

Murió anteayer de un derrame cerebral, le pondría en la postal con una esvástica, ahora duerme para siempre, los nazis paletos como tú que venís aquí a sentiros alguien ya no le podréis despertar nunca más.

Tenía el mismo nombre de pila que mis dos anteriores conserjes, y más o menos la misma edad, entre cincuenta y cinco y sesenta años, un poco menor que mis padres; creo que era diabético y ya tenía problemas, o eso me han dicho la cocinera y las camareras de piso.

Nos llamó su hijo el miércoles por la tarde, diciendo que su padre había tenido una embolia, y cuando volví ayer y pregunté a mi compañera cómo estaba, me dijo que había fallecido, que és mort.

Sólo llevaba casi tres meses trabajando con este hombre, pero era muy amable y me había enseñado las fotos de sus hijos -parecían de la edad de mis hermanos menores-, sólo estaba empezando a ser esa especie de padre postizo que acaba siendo el compañero mayor que sueles tener en el trabajo, como mi recepcionista alemana favorita, mi primer conserje, o aquellos recepcionistas con los que hice unas prácticas en aquel abril palmesano del 2004.

Al menos, lo último que hice fue hacerlo reír, la noche anterior a que se fuera para no regresar jamás: le dije que los "cardex" ya los firmaríamos nosotros si no los firmaban los clientes, y se me quedó mirando boquiabierto, un tanto escandalizado. Además el también prefería a los ingleses -vivió y trabajó quince años en Gran Bretaña- y era la otra persona a la que siempre acusaban de no saber alemán, a mí aún hay otros que piensan que mi alemán no está mal o que es suficiente para esto, claro.

He estado pensando en esto, no lo he podido evitar, en diferentes momentos del día de ayer y el de hoy han acudido a mi cabeza cosas que hizo o que me dijo, como el último martes, que me dijo que me fuese cuando faltaban diez minutos, que ya había cumplido por ese día.

Recuerdo cuando a veces he entrado en la cocina y no le he encontrado, como si hubiese desaparecido; ahora eso es una realidad, y otra vez me asaltan las dudas, no sé si vale la pena que lo último de que fueras consciente fuese de irte medio dormido hasta tu casa tras haber soportado las quejas de unos imbéciles que no perdonan nada, que se creen que somos sus esclavos, que no somos ni personas.

Preferiría que hubiese no sé, que hubiese muerto dentro de diez, quince o veinte años, leyendo un libro, o durmiendo al lado de su mujer, o que su nieto intentara despertarlo y no pudiese.

No es que no conozca ya los pensamientos que suceden a la muerte de alguien conocido, de un amigo o de un ser querido, pero siempre me perturba ver como el mundo sigue sin esa persona, aunque sea lo esperable, lo natural, quizá un día hable de la primera vez que conocí esos pensamientos, si bien ese iba a ser mi post más difícil, aunque haya pasado ya década y algo desde que los cuentos de mi abuela también resultaron ser una embolia.

Me siento como si todos mis conserjes hubiesen muerto también, como si este trabajo fuera lo que los matase, lo monstruoso de buscar gente que no tenga más remedio que cobrar mil euros por trabajar de noche, personas viejas y enfermas, gente desesperada.

Nó sé hasta cuando creen que pueden seguir estirando y que no se rompa.


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