viernes, 2 de septiembre de 2005

EXTRAÑAMIENTO



He tratado de entretenerme de todos los modos posibles, incluso he desarrollado una insana adicción al OT de este año: no os extrañe que acabe cayendo un post sobre Víctor, el jevi que sueña secretamente con que le nominen de una vez por las esquinas de ese internado de plexiglás, en apariencia arrepentido de haberse embarcado en tan impropio bajel.

La mayoría del escaso tiempo libre del que dispongo lo invierto en departir con el caballero Cocoa, si bien sé que el par de horas que uso para cenar y embrutecerme con la muestra de telebasura mencionada líneas más arriba podrían ser aprovechadas en pro de esa casi decena de posts pendientes con sus words en blanco, apenas apuntados y con su titulo provisional a cuestas.
Hasta ahora me he currado frenéticamente todas mis jornadas laborales, contando y trasladando un centenar largo de toallas todos los días de acá para allá, aguantando más mal que bien alguna que otra muestra de soberbia europea -estos prejuicios de acero ya no me los funden ni cinco años de Erasmus- pero la otra tarde, no sé si por fortuna, el achacoso ordenador que se me ha asignado pareció fenecer, para resucitar esta tarde y dejarme sin el intervalo suficiente que esta mañana he dedicado a redactar pensamientos en el trabajo, como aquella cumplidora e ilusa recepcionista Bartleby hace tanto, cambiando el arrobamiento y las buganvilias manchadas de sol por el desencanto cenizo y una oficina-mostrador en un subterráneo sin ventanas, con un molesto fondo de chinpún pasado de moda, falto de rumanos majetes o exquisiteces electrónicas inglesas y francesas; cómo no envidiarles el hilo musical a los recepcionistas de verdad, allá arriba en las alturas del hall, condenados a que se les encoja el corazón con los aullidos de Thom Yorke.

Quizá el factor fundamental de este bloqueo estival haya sido la inquietud extrema que me produce la eterna espera de una vida nueva, un auténtico reto para el que podrían quedar ya pocos meses: sin embargo, en este desasosiego se integran otros elementos; tales como la natural incertidumbre en una situación así y una de esas añoranzas clásicas, inspiracion de odiadas y menospreciadas rimas cursis o boleros inmemoriales, todo ello enmarcado en un continuo estado de melancolía con ramalazos de tormento existencialista de salón, más el añadido de las hipotéticas calamidades de toda índole que podrían echarlo todo a rodar, negra película que mi mente se empeña en verse mil veces, mientras cualquier breve lapso de paz o alegría genuina se ve empañado por la sensación de que su único motor es la pura inercia.

De hecho, ahora mismo estoy pensando que quizá sea "peligroso" dejar de eludir esta cuestión y exponerla aquí, como si fuera una llamada a la desgracia, un desafío a ese destino fatal que me condenaría a extinguirme lentamente en todos los órdenes, permaneciendo en este infecto nido de mezquindad en el que sólo brillan esos nuevos ricos obtusos e infames: ya sé que en otros lares tampoco faltarán, pero es que aquí podrían ser usados como unidad de medida del suelo urbanizable.

Y bueno, está él.

A pesar de que hablemos a diario, e incluso a veces tenga la oportunidad de verle en alguna que otra transmisión desde la nave nodriza, sabiendo que sigue ahí, cada mañana que pasa el horizonte que se divisa desde la ventanilla del bus es más una línea imaginaria y el mar una superficie bruñida y sólida por la que echar a correr hasta una ciudad con palacios y jardines.

Pero me lamento en exceso. Solamente se trata de esperar un poco más, ni que fuera sólo para desempolvar aquella maletita marrón en la penumbra y caminar otra vez hacia la luz que se filtra por las inmensas cristaleras del aeropuerto, difuminando los contornos de la profunda fealdad que habita en esta isla de avariciosos, soñando con el día en que no regresaremos y serán ellos los que se queden aquí, asfaltados y enterrados en los cimientos de sus cien hoteles nuevos.

Son ellos quiénes están a un mar proceloso y cientos de kilómetros de distancia de mí, no tú. Nadie estuvo tan cerca.

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