martes, 19 de abril de 2005

WHERE DO I GO




Where do I go
Follow the river
Where do I go
Follow the gulls
Where is the something
Where is the someone
That tells me why I live and die
Where do I go
Follow the children
Where do I go
Follow their smiles
Is there an answer
In their sweet faces
That tells me why I live and die
Follow the wind song
Follow the thunder
Follow the neon in young lovers' eyes
Down to the gutter
Up to the glitter
Into the city 
Where the truth lies
Where do I go
Follow my heartbeat
Where do I go
Follow my hand
Where will they lead me
And will I ever
Discover why I live and die
Why do I live (beads, flowers)
Why do I die (freedom, happiness)
Tell my why (beads, flowers)
Tell me where (freedom, happiness)
Tell my why (beads, flowers)
Tell me why (freedom!)

*Un desprevenido y formalito pueblerino de sospechoso aspecto ario llamado Claude Bukowski -John Savage hace mil años- llega a la gran ciudad dispuesto a irse al Vietnam a defender la patria de los charlies; tan halagüeña perspectiva se ve frustrada cuando es seducido y alienado por una siniestra banda de hippies capitaneada por un asilvestrado y juncal Treat Williams, mucho antes de ablandarse penosamente en "Everwood"; una de las mejores escenas es cuando el rubito Claude sale cantando esta copla por las aceras en "Hair" (1979), película del vital melómano Milos Forman basada en el musical de James Rado, Galt MacDermot y Gerome Ragni, sin duda uno de los mejores productos del flower power, esto último dicho sin ironías.

En estos últimos días, tras regresar de unas vacaciones en tierras nazaríes con el cicerone más encantador del califato, y no pareciendo que sea suficiente tener cuatro o cinco posts confundiéndose en la punta de los dedos, se me ocurre esta entrada adicional, que espero sirva de punto de partida para aliviar esta tensión por la que soy incapaz de clasificar y articular todo lo que me había propuesto, hasta el punto de temer que alguno de esos esbozos mentales acabe desechado por simple olvido. Quizá debería empezar por el inicio de la temporada: la noticia, que no me parece tan mal como pudiera pensarse, es que es harto probable que mis vacaciones forzosas continúen, aún en perjuicio de mi economía personal.

Desde el lunes pasado, ando rondando en pijama, contestando alguna llamada para ofrecerme trabajo en los quintos infiernos -se ve que no avisé suficientemente de que dependo del transporte público- y a pesar de que precisamente la hotelera a la que se envió mi curriculum tras cursar con éxito la primera parte del módulo de recepción ha perdido una recepcionista de repente, ese hotel está muy cerca de mi casa y además me encontré el sábado con alguien que trabajó un año conmigo y me pidió mis datos para meterlos en su hotelera, asegurándome que me llamarían -estamos a martes y nada- apenas tengo esperanzas de encontrar algo a estas alturas. Seamos realistas, abril se termina en una semana, así que ya me he quedado sin ayuda este invierno.


Era consciente de que algo así ocurriría, por no decir que estaba casi segura, pero vamos, tras la conversación que mantuvimos el domingo con mi tío el hotelero, que se trasladó expresamente hasta mi casa y me despertó a las once, para sentarme con mis padres en el recibidor y tratar de convencernos de que él había hecho todo lo posible para que este año tuviese trabajo en el hotel, aún estoy tratando de digerir que haya podido funcionar una conspiración tan cutre contra una, aunque en realidad sea un alivio no tener que volver a Fawlty Towers con la Stalinova y sus fieles esbirros.

Al parecer, esa no por previsible, menos miserable, se fue a su queridísima Central y dijo que si yo trabajaba con ellos este año tendrían que poner a otra, porque no se me podía dejar sola en la recepción, como efectivamente sucedía todos los sábados por la tarde y en otras memorables ocasiones en las que había mil entradas que hacer y cunas que acarrear de un piso a otro, por ejemplo, y proponía que se me confinara en el economato a teclear reservas y facturación, que no se podía negar que sabía manejar el ordenador, y que mi inglés era bueno; desafortunadamente era lenta, parsimoniosa, me faltaba chispa y no sonreía en exceso, aparte de empeñarme en salir a mi hora, "que eso no era así", nos dijo el pariente sin ruborizarse lo más mínimo, a pesar de que repuse que yo no comprendía que el perrito de lanas que tenía por compañera se quedase tres horas extras y nadie se las pagara.

Otras razones que opuse fueron que yo sería algo lenta, pero que no podían pedirme que me adaptara a un ritmo mucho más rápido y complicado del que había estado obligada a llevar durante tres temporadas en una sola, que SI acababa el trabajo, y que en medio de una tarea importante, como pasar todas las reservas cuánto antes, venía ella con una hoja de polleces y me decía que tenía que cambiar todas las eses por tes a boli, y claro, yo pasaba de hacer esa ridiculez innecesaria porque sabía que era una forma de cargarme de trabajo bastante evidente, que eso era una muestra del mobbing que nos había estado haciendo a mí y a la otra compañera nueva, que no fueran a preguntarle nada, porque ella tiene sesenta años, tiene mucho que perder y no iba a hablar.

Preferiría que mi padre no la hubiera mencionado, porque una persona tan maravillosa como R. no se merece que la metan en problemas, es más, espero que se la lleven al otro hotel ahora que Tulipán les ha dejado con el culo al aire. Ya me dijo cuando me lo encontré en el supermercado que tuviese cuidado...yo creo que esta tía ha ido por ahí diciendo a todos que soy un desastre de recepcionista, y me baso en lo que me dijo otro ex-compañero de fatigas este invierno, que me soltó que ya sabía que no me llevaba muy bien con ella.
No sé, veremos la cara que me pongan en otros establecimientos cuando les deje el curriculum, si bien sé que por ese camino se consigue mucho menos que teniendo contactos y/o suerte. A favor tengo que según mi profesor, la hotelera en la que he trabajado cuatro años es la peor de la isla, y nunca han sabido dónde tienen la proa y dónde la popa, y que no saben sacar provecho de sus ruinosa y obsoleta planta hotelera: de ser exacta esa consideración externa, podría restarle toda credibilidad a sus habladurías.

La verdad es que mi padre intentó defenderme torpemente, aduciendo que yo era muy razonable, y que hacía el trabajo bien, y que fuera del hotel podría coger al otro socio, el que se pasea por el hotel día y noche, faltando al respeto a todos porque sabe que no pueden responderle, y agredirle físicamente. Fue entonces cuando dije "¡¡NO VAMOS A AGREDIR A NADIE¡¡", y dije que puestos a hablar mal, yo también puedo, que era la peor directora que había visto en mi vida, que era una histérica, que por ejemplo, la había visto gritar que necesitaba gente más competente y romper un documento importante delante de nosotras, y que mucho hablar de la amante del otro socio, la que acabaron despidiendo cuando descubrieron que aparte de meter mano en bragueta ajena, también la metía en cajas fuertes, cuando ella era igual, lo que tenía otro método: irse a la Central a hablar mal de este y del otro.
De todas formas, estaba más o menos de su parte, puesto que dijo que a ver cuántos jefes había tenido yo, si bien ahí contraataqué con que eran mejores tanto el mujeriego que teníamos al principio, en los apartamentos, como el director que tuve durante dos años, que era un caballero que entendía lo que era la verdadera autoridad y no se imponía con subterfugios, sino con argumentos.

Al final dijo que si quería volver o no, y yo dije "Yo creo que es mejor que no vuelva", a lo que repuso que no lo diera todo por perdido, sin poder ocultar su gran satisfacción, que me darían una indemnización -esto no lo entiendo muy bien, no pienso creerlo hasta que lo vea- y que si la directora se atrevía a ir a pedir más empleados, entraría yo. Espero de todo corazón que sea un farol.

Creo que nunca antes me había sentido tan poco dispuesta a trabajar: he pensado que podría meterme en alguna tienda de ropa del puerto, y al menos no tendría que llegar a tocar lo que tengo ahorrado, y además me siento desilusionada e inquieta porque esa lechera del cuento que tuvimos por tutor en el curso haya mandado nuestros curriculums a un lugar en el que parece que no nos necesiten, ya que sólo me han llamado una vez, y por si en un territorio tan pequeño no habrá trascendido mi gran insolencia: querer conservar la dignidad, nada menos.

Dijo mi tío que eso de los derechos de los trabajadores eran cuentos, y que una vez que fue a una convención de hoteleros, el que hablaba dijo que una empresa en la que hay democracia se va a pique...espero que esto lo lean todos esos borregos lobotomizados que dicen que hay que aguantar lo que sea, y hacer más horas sin cobrar, y actuar como si la empresa fuera tuya: cuando trabajéis de doce a quince horas por una miseria gracias a vuestra dudosa política de soportar cualquier atropello, de dejar solo al compañero que quiere hacer algo por vosotros, y os dejen en la puta calle igualmente con cincuenta años encima, espero que acuda a vuestra memoria que podíamos haber estado unidos y haber luchado contra todos estos abusos, y entonces lloréis amargamente, solos en la calle, sin comida y sin cobijo, entre las ruinas de los hoteles y los almendros pelados. Os tendréis merecido eso y lo que siga después.

En cuánto a esa cabrona, quizá no me atreva a decírselo o se me pase o me venza finalmente la compasión, pero mis sentimientos van encaminados en una sola dirección: me gustaría hacerle daño de verdad, y decirle cualquier burrada que empañara su triunfo en esa empresa de pacotilla, como que parece mentira que alguien que ha pasado por el cáncer, como ella, no esté agradecida por haber sobrevivido y se comporte de una manera tan deleznable con sus semejantes, que la vida ya ha intentado cobrarle una vez y que debería tenerlo en cuenta, ya que va diciendo por ahí que el tumor le salió por lo mal que la trataba la otra mangante de la empresa... pero claro, me parece pasarse. Puta ética.

Mientras tanto, llevo arrastrándome por mi casa demasiado tiempo, cual alma en pena con pijama de rayas, otra vez echando de menos a mi rojo y soñando con venganzas imaginarias, aunque la mejor sería que me contratara la persona que me encontré el sábado: fue quién denunció a la amante y a la empresa por otro de sus mobbings, que un poco más y se tendrán que dedicar a ello profesionalmente.


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