martes, 19 de octubre de 2004

ISABELO*




Mella, tiempo voraz, del león las garras,
deja a la tierra devorar sus brotes,
arranca al tigre su colmillo agudo,
quema al añoso fénix en su sangre.

Mientras huyes con tus pies alados, tiempo, 
da vida a la estación, triste o alegre,
y haz lo que quieras, marchitando al mundo.
Pero un crimen odioso te prohíbo:

no cinceles la frente de mi amor,
ni la dibujes con tu pluma antigua;
permite que su senda siga, intacto,
ideal sempiterno de hermosura.

O afréntalo si quieres, tiempo viejo,
mi amor será en mis versos siempre joven.

William Shakespeare, Soneto XIX


Quizá esto sea muy llamativo y comprometedor como regalo de cumpleaños, pero él no se merece menos: estoy hablando del chico de la captura, el egregio Capitán Cocoa, más conocido por estos lares como Isabelo; me he acostumbrado a llamarle así, puesto que no firma con su verdadero nombre de pila como esta inconsciente, pero de él me gusta hasta esa pequeña parte, su evocador nombre de conquistador de la antigüedad compartido con un sibarita asesino de ficción.

He de reconocer que empezamos con mal pie en los foros en los que nos conocimos, o más bien nos confundimos y tergiversamos con personajes que no correspondían del todo a los que éramos entonces, y menos a los que somos ahora: algunos despojos de esas batallas dialécticas andan aún por la red, como hilarante testimonio de lo equivocadas que pueden llegar a ser las percepciones parciales de una respecto a los demás y viceversa.

En estos meses he ido narrando mis viajes a la Península en diversas crónicas; en el segundo de ellos, con motivo de la Expocomic pude por fin conocer a los que me faltaban del grupo de más y menos frikis al que había tomado tanto aprecio, en una desviación más… entre ellos se hallaba él, que quizá era el que menos me podía figurar como era, al no recordar apenas sus fotos: su poderosa mirada me impresionó desde el primer momento, y tuve más ocasiones de sentirla sobre mí al tener que compartir habitación con el propietario de la misma y acabar intrigada por saber qué más había tras su encanto genuino y su sobria galantería, con ese punto de virilidad clásica que le hace tan atractivo.

Me hizo sentir tan a gusto con él en esos tres breves días y durante aquellos meses de conversaciones interminables que hubo de acordarse un segundo viaje, en el que nada más llegar al aeropuerto y volver a cruzarme con su mirada verde fue como aquel “decíamos ayer” del fraile que estuvo tanto tiempo en la cárcel: ese tiempo aparte siguió pasando en sucesivas citas aquí y allí, incluso osó venir a esta maldita ciudad, hasta en ella pudo continuar y ya no hace otra cosa que extenderse y empezar a invadir todas las horas…aún no sé si me atreveré a decir la palabra, a definirlo de la forma más lógica , más clara y extrañamente difícil de escribir , ahora que lo sé.

La única razón que se me ha ocurrido para oponerme a la publicación de este loco post es la del previsible cachondeo subsiguiente, pero no me importa, resistiré las tiras, las camisetas y los cromos del bollycao con tal de poder decir que de él me apasiona todo, hasta nuestras lógicas diferencias: cuando se atusa el flequillo ante el espejo antes de salir, ese vozarrón con acento granadino, el lunar en el hombro, su piel suave, una presencia tan sensual como masculina y atrayente, su sonrisa perversa durante trolleos o indirectas, la célebre cara de cabrón simpático que enmascara su maravillosa persona , lo mucho que le veo preocuparse por mí a veces , lo que me sujeta las neuras y lo que me escucha, lo exageradamente hermosa que se cree que soy, cómo siempre encuentra una solución, su seductora capacidad de persuasión, esa sensibilidad que se empeña en ocultar, su firmeza, sus valores y su implacable racionalidad en ocasiones, su contundente sentido del humor, una indiscutible cultura, su realismo y sus pies en la tierra, y todo el amor y la ternura que me sigue demostrando.

Reviso una y otra vez lo escrito y sigue sin parecerme suficiente para corresponderle, no bastarán las comas en el mundo para enumerar todas sus virtudes, ni creo poder llegar a expresar todo lo que me inspira con la misma claridad que lo siento; nunca pensé que esto pudiera suceder y por mucho miedo que haya llegado a tener, aunque la melancolía me esté comiendo viva porque aún falta para volver a abrazarle, espero que muy pronto llegue el día en el que podamos estar juntos sin tener que pensar en una despedida en un aeropuerto gris.

Me vas a matar por esto, pero te quiero, aunque cumplas sólo 27 y me vayas a seguir llamando abuela por el messenger.

Feliz cumpleaños, Capitán.

*Añadido 12 de febrero de 2015. Ahora se hace llamar @Arredro y estamos todos en tuiter, y esto aún dura :)) 


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