jueves, 12 de agosto de 2010

LA CHICA DEL MOSTRADOR





En una de esas noches de primera juventud, un chico moreno de piel y de pelo –de esos que en teoría no me gustan- me dijo que recepcionista rimaba con periodista. No podía estar más equivocado, por eso no me fui con él a su hotel de Palma, pese a sus piropos y su sonrisa de presentador y su barba que picaba; la mirada extraña de sus amigos me daba miedo, tenía sólo veinte años y ya me veía en una peli de Hitchcock, en una página de sucesos, carteles con mis peores fotos proporcionadas por llorosos padres sin criterio, volviendo ensangrentada y aturdida por la carretera en el mejor de los casos, una Ronette Pulaski solarizada. Además, al día siguiente tenía que volver a ser chica para todo de la recepción, en mi primer trabajo, mi primer contacto con el más bien sórdido mundo de la hostelería.

Entonces quería ser aún más responsable y prudente de lo habitual en mí y me pareció la excusa perfecta no querer faltar a una mierda de trabajo en el que me explotaban pagándome cuarenta mil pesetas de 1995 en calidad de aprendiz y por el que me pasé todos los sábados de aquel verano durmiéndome cubata en mano por pubs y discotecas; sólo estuve allí dos meses y ya entonces vislumbré algo de lo que me esperaba pocos años después, recuerdo especialmente dos cosas: una vez que los compañeros de recepción se empeñaron en que mis amigas y yo debíamos hablar más de sexo, como diciéndome que ya era hora –y yo pensando “¿Hora? ¿Hora de qué?” y así me quedé, no sé- sólo porque me preguntaron y yo contesté que mis amigas y yo no hablábamos de esas cosas, porque es que siempre estaban con lo mismo, y otra vez en la que el cincuentón supramujeriego teñido ridículamente de negro que teníamos por director me gritó y gritó porque me dieron mal una orden, -de esto que dicen que sí y que no hasta que no sabes qué quieren que hagas- y no me dejó comer el arroz hervido que había conseguido arañar del buffet porque tenía que llevar una bandeja con cafés a unas señoras holandesas que se les había muerto un amigo de un infarto, que se la podía haber llevado cualquiera y se les pasó a ellos, los típicos recepcionistas sobrecargados de trabajo que cobran menos al constar como eternos ayudantes con treinta y pico años y encima comandados por una señora sin cualificaciones reconocidas o idiomas, excepto cierta forma universal del francés de la que todos hemos oído hablar, practicada con la persona adecuada.

Unos seis años después, volví a encontrarme en la recepción de unos apartamentos anexos a este hotel, en la misma hotelera de mi tío, muy quemada por un mundo académico que me había dado la espalda, tanto en lo público como en lo privado y por un trabajo anterior de unos meses en un souvenir que había decidido mantener para demostrar que podía ganarle en algo a mi prima la guapa y la perfecta, aunque fuera ser más sufrida. Sólo así puede entenderse que aquello me pareciese bien en principio, aunque poco a poco me fuese dando cuenta de que ni de lejos era el mejor puesto del mundo, y eso que me lo dieron porque el recepcionista que me precedía había muerto por enfermedad y porque mi familia quería ayudarme de una forma que se viese y no quedar mal ante el resto de hoteleros, aunque sin ayudarme realmente claro, lo que sería haberme dado un puesto en una oficina. Si no hacen esto, es que no os tienen mucho aprecio y os ven como seres inferiores y menesterosos, lo que se conoce como pariente pobre, vaya. Quede advertido así todo español que lea esto, que sé que muchísimos vais a estar en esta situación alguna vez.

El problema de aquel lugar es que no tenías tu propio ordenador y procuraban no enseñarte nada porque eras la sobrina de uno de los socios minoritarios pero socio al fin y al cabo, y habría serias probabilidades de que acabasen poniéndote a ti en su sitio. Así que yo trabajaba sola como podía, apuntando las entradas y los pasaportes en un libro como se hacía a principios del XX, llevando mis propios puntafinas de colores en el bolsillo, intentando hacer todo bien esperando que se fijaran en mí y que me llevaran a un hotel con ordenador para poder aprender el sistema y ser una recepcionista de verdad, aceptando llevar mantas y toallas a las habitaciones por la tarde, vaciando ceniceros, limpiando cubiertos, platos y tazas del restaurante contiguo, haciendo todas mis tareas mil veces para no tener que estar leyendo tres horas hasta que venía el conserje de noche o hablando con camareros y clientes y siendo amenazada por algún que otro turista borracho. Allí estaba con mi alemana favorita, con la que había dado clases de alemán en invierno y que a mi tío encima le caía mal, pero creo que yo no a ella, al menos eso espero, tras lo que pasó con mi teórica “amiga” del trabajo tengo mis dudas sobre casi todas las personas que estaban allí conmigo, no sé si estaban metidos en el ajo o no, y no sé si quiero saberlo.

Lo bueno de todo esto, concepto que ampliaremos en el próximo post, es que por fin tenía mi propio dinero y gané algo de independencia, por lo que acabé comprándome un ordenador y saliendo con mi amiga la del pueblo, pude vivir la adolescencia que me había sido arrebatada al recluirme en un internado y negarme dinero para salir posteriormente aduciendo que no tenía amigos y que el internado que no me hacía ninguna falta había costado mucho. Cuando me quedé sin las amigas que había conocido en ese colegio de ricos por no tener el mismo dinero que ellas y tener que dejar también la universidad, ya vi que eso también se me iba a echar en cara, así que me dediqué a buscar medios para poder vivir la vida y fue como ese episodio de “Jóvenes Policías” en el que el personaje de Johnny Depp se rebela tardíamente y le pasa de todo, pues por ahí fue la cosa. Aunque valió la pena, hay malas experiencias que me podría haber evitado y que fueron sobre todo por probar a ver qué pasaba si dejaba de decir que no, si rompía las normas, si dejaba de ser tan tonta y aburrida y hacía algo que estuviese mal a sabiendas. Ahora siempre lo llevaré conmigo, aunque sólo sean daños emocionales y haya aprendido que yo tengo que ser yo y hacer lo que quiera y no lo que se supone que quieren otros que me consideran esto o aquello porque les parezco una pusilánime o similar.
Y si lo soy, tampoco pasa nada. Tenemos derecho a vivir y ser como somos, aunque no se pueda poner en el currículum y haya tantos que crean que somos débiles y no merecemos nada de lo que ellos han conseguido pisoteando a otros, no sé si eso es ser fuerte y decidido, no sé si será esa la idea exacta, aunque seguro que es lo más fácil y lo más cómodo, o eso se creen.

En parte, es por esto que esa época de mi vida ha sido tan importante para mí, cuando ya me veía viviendo con mis padres con cincuenta años –y dada la situación actual, tampoco es tan seguro que no acabe siendo así- y pensando que no era capaz de nada ni iba a serlo, conseguí todas esas pequeñas cosas que los demás tenían, un trabajo, algún amigo, salir los sábados, aunque luego descubriese que el mundo de la noche o el materialismo existencial nunca iban a ser suficientes para mí, que jamás me iba a sentir satisfecha en mi particular Yo soy la Paqui, y por eso salté por encima de un montón de obstáculos y encontré a Isabelo y a mis amigos, he podido vivir en una gran ciudad como las de mis sueños, una nueva vida que vuelve a estar en peligro por culpa del dinero , con una gran posibilidad de retroceso aunque sea temporal. Es como si mañana me levanto y me dicen que oye que las mujeres ahora tenemos que volver a pedir permiso para tener cuenta bancaria propia, así de mal me voy a sentir si no acabo encontrando una solución.

Antes de la debacle final, viví no pocas situaciones pintorescas, destacando la vez que resultó que mi conserje de noche había tenido unos problemas mentales de nada hacía un tiempo, de tal modo que había acabado reteniendo a mi compañera alemana con un cuchillo, por lo que habían tenido que llamar a la policía, y por eso no se le debía llevar mucho la contraria ni molestarlo con bromas tontas, que era justo lo que estaba haciendo la cocinera. Antes había sido más normal, pero había sufrido algún tipo de accidente y era un poco niño grande, aunque a mí me tenía mucho cariño y me guardaba el Babelia porque sabía que me gustaba leer.
Fui al hotel con una taquicardia de las mías y les pedí que me confirmaran si esto era realmente así, pusieron una cara inequívoca de “vaya, ahora lo sabe upps” y mi compañera al día siguiente igual, entonces esa noche la cocinera decidió gastarle una broma con su cena, que era algo que él se tomaba muy en serio. Cuando llegó se enfadó muchísimo y yo ya no pude más, empecé a llorar porque con la cena le ponían un cuchillo, luego pareció entender lo que pasaba y se puso a llorar él también y me dijo que no me iba a hacer daño, que cómo podía pensar eso, que él respetaba mucho a las mujeres y luego vino el director y nos preguntó qué nos pasaba y nos dijo que no se nos podía dejar solos. Y seguimos siendo amigos, quizá fuera la única persona en la que se podía confiar ahí dentro.

Este es un perfecto ejemplo de mal rollo más o menos cómico, pero tengo otro más amargo; en el hotel había un barman bastante alcohólico al que el médico asignado al establecimiento había dejado dinero y éste no se lo devolvía, y nos utilizaban a mi compañera y a mí para que se lo devolviese, aunque yo fui sólo una vez; recuerdo que bajé las escaleras hasta la terraza del bar de la playa, era de noche y no me gustaba tener que hacer algo así, como si me pagaran por ser agente de recobros de algo que ni me iba ni me venía, recuerdo que se lo dije y me habló mal, me dijo alguna grosería. Me asusté un poco pero no dije nada, di media vuelta y subí las escaleras de nuevo, recuerdo como para mí aquello fue la confirmación de lo oscuro y lupanario que era todo aquel mundo, es el mismo sentimiento que tengo al ver Jackie Brown y darme cuenta todas las veces que la miro que podría ser esa azafata vieja y jodida, podría haber acabado así. Y aún podría suceder, podría tener que volver a todo esto, a trabajar lindando con los bajos fondos cutres de una ciudad costera.
En descargo de aquel hombre, he de decir que al final le despidieron y pasó a trabajar en un café que estaba en la parada del bus, y cuando yo ya estaba trabajando para otros hoteles, me pagó un par de veces el café y además me pidió perdón por haberme tratado así. De ese lugar, nadie más me lo ha pedido, y va a ser algo que siempre agradezca y tenga en cuenta, no abundan quiénes reconocen sus errores y se disculpan de veras.

Luego vendría el maldito verano de 2004 en el que sufriría un acoso laboral en toda regla y al final averiguaría dos cosas: que la directora era amiga personal del hijo mayor del socio mayoritario y por ello tenía carta blanca para hacer todo lo que quisiera, y que todo era porque querían meter a la cuñada del jefe de los técnicos. Me podían haber despedido normalmente sin causarme un trastorno, sin causar un trastorno a mi familia, pero querían ver si se podían ahorrar una miseria, al final me tuvieron que indemnizar, aunque no fuese mucho porque me cambiaron de empresa aposta a principio de temporada, de forma preventiva; hay que decir que de haberme tenido que meter allí de nuevo, pensaban encerrarme en una especie de despensa a hacer todo el trabajo de ordenador que las nulidades serviles esas no sabían hacer. Por supuesto, esta clase de pobres desgraciados conserva su puesto en estas circunstancias, me atrevería a decir que especialmente en ellas.

Luego pasó de todo, mi amiga del trabajo resultó ser amiga de la chica que querían poner en mi sitio y corté toda relación con ella al darme cuenta de que pasaba información a la directora, que también era amiga suya; me da igual lo que pudiese decirme, ella fue también la que me mandó a un trabajo del que me echaron en un día tras una llamada al otro socio minoritario al que no le gustábamos yo ni mi tío, aunque yo le gustaba menos todavía porque no estaba dispuesta a ser deshonesta y hacer la vista gorda con sus libros B y sus amantes, de alguna manera se debía ver que aquello no me iba bien.

Así y todo, acabé encontrando algo por mí misma al final, como encargada del spa de un hotel en agosto, era muy deprimente estar siempre bajo tierra mezclando eucaliptus con no sé qué y doblando toallas, era tan monótono que te daban dejàvus todo el tiempo y ya sin salir ni nada, ahorrando para irse a vivir con Isabelo y para nuestros viajes de vernos tan poco. Además venía gente del pueblo al spa y le comentaban a mi madre que se me veía muy triste. Al año siguiente no me llamaron, lo cual no tuvo nada de sorprendente, supongo que alguien les llamaría a ellos, más bien.

Al final la única solución fue tirar de otro tipo de contactos, me fui a trabajar a otro puerto, que no era el de mi pueblo, a unos diez kilómetros, a un hotel pequeñito, parecido al lugar en el que había empezado, ya que ese año tampoco íbamos a poder irnos a Madrid, además quería acabar mi estúpido módulo, ese mismo que ha demostrado no servir para nada. Me cogieron porque una compañera les habló de mí, estaba en horario de tarde y volvía a ser la ayudante de recepción para todo, con alemanes, lo cual no era my cup of tea, con los ingleses me entiendo mejor y al no poder mantener una conversación apenas, sufrí muchos más desprecios y peticiones de despido fulminante por parte de gilipollas varios; además, viví una situación crítica que no he contado nunca antes: hubo una intoxicación tremenda por algo que estaría mal en el buffet, venía una loca a darme las sábanas vomitadas de sus hijos cada día durante una semana y algo y tenía a una pareja de locos paranoicos de Munich espiando lo que hacía en la recepción, porque encima me hicieron redactar el informe de la situación a mí, para que lo firmasen los jefes. También tenía un montón de frutas y bebidas energéticas preparadas para darles a todos los que me lo pidieran, era como volver a unas trincheras cada día, algo apocalíptico.

Fue lo peor. Pensé que cerraban el hotel y me quedaba sin trabajo a media temporada, todo dependía de mí, no me podría ir a Madrid, no podría huir de todo aquello, encima todos los días venía gente a pedir trabajo, hasta en agosto, que ya para qué, era un sinvivir y encima con un horario infernal, en el que todas las semanas cubría el día libre de mi compañera, me iba a las once de la noche a casa y volvía a las siete de la mañana, todos aquellos martes al mediodía me quedaba dormida cinco minutos en el mostrador y volvía a despertar de repente. Perdí diez kilos o más en un verano, cenaba chino a las doce de la noche en mi casa, no me dormía hasta las dos o las tres porque me había pasado la tarde trabajando y no podía, estaba demasiado nerviosa.

No es de extrañar que una vez aquí, y aún viendo que pagaban mejor, no me apeteciera demasiado volver a un hotel, era como si ya no pudiese más, ahora me pasa lo mismo con lo de ser la chica del auricular, a veces me horroriza tanto el volver a escuchar quejas e insultos que no sé si voy a poder volver a hacerlo, pero claro, la otra opción es soportar quejas e insultos en directo, o no, a lo mejor en un hotel urbano son más civilizados, no sé si llegaré a saberlo.

Ya para terminar esta reflexión, este testamento laboral, porque no sé si volveré a trabajar o si volveré a tener ganas de trabajar o de hacer algo alguna vez, creo que toda esta situación ya me sobrepasa, y ya sé que me quejo mucho aunque luego siga enviando currículums, yendo a todo tipo de entrevistas absurdas, aguantando una o dos formaciones engañosas –ya no más, nada de remuneraciones condicionales, por poco tiempo que sea- , lo que sea para ver si puedo agarrarme a algún sitio y continuar con esta vida que he elegido, de algún modo, aunque tengamos que volver a empezar, prácticamente.

No sé qué sería peor, que esto se terminase mañana y pudiese continuar con mi terrible fe de vida laboral –lo peor será que venga alguno a comentar y me diga que sí, que esto es lo normal- dejando claro en qué frías y despiadadas manos hemos quedado, o si no se arregla en años y luego sea tan vieja que ya no me contrate nadie ni con bonificaciones del Rey.

Tampoco sé si tiene algún sentido vivir para trabajar, quizá ya ni vivir tenga sentido, al menos no de esta manera.



No hay comentarios: