jueves, 31 de mayo de 2007

LA PUBLICIDAD ES EL DEMONIO



Xisca- ¿Sabes qué anuncio te digo?
Xisco- Ah, el del gilipollas ese que dice "Una capacidad para ser inmensamente felices"...¿sabes lo que quiere decir eso? que pasáis de todo, como si no hubiera nada de lo que preocuparse, os están llamando borregos. Pero claro, sois la Generación X, yo soy de la generación Gameboy.*

*Mi hermano nació en 1979, así que no sé. Para mí que es más Generación Amstrad o incluso alguna cosa más anterior..

**Ver antecedentes de Hansel y Gretel antisistema aquí.

Creía que ya lo había superado, pero el viernes fuimos al cine con unos amigos y sucedió lo inevitable: entre los trailers apareció el nuevo anuncio de la Bebida del Imperio, ese en el que sale un popero revenido diciendo que unos niños le llaman "señor" y por eso se da cuenta de que "ya es de otra generación", empieza a hablar de "un pasado glorioso", de que si somos los que hemos visto jugar a Maradona y de un tal Orzowei, salen unos pobres chavales con peluca jugando con cintas de casette que imagino que nos representan a nosotros, y para culminar el desaguisado, va el popero en cuestión y dice que "tenemos una capacidad para ser inmensamente felices"...igual es porque el límite de edad en muchos trabajos es de treinta y cinco años y pronto nos van a prejubilar, quién sabe.

Entonces, en la oscuridad del cine se oyeron risas de complicidad y ohs de nostalgia inducida, e incluso uno de mis acompañantes dijo "Pues el anuncio es cojonudo".

No me atreveré a atribuirlo al síndrome premenstrual aunque ahora sé que podría, pero aquello fue demasiado para mí; ya me había enfurecido cuando lo visioné por primera vez sentada en el sofá de nuestro piso alquilado y sentir que a todo el mundo se le caía la baba y nadie parecía sentirse agraviado hizo que me ardieran los ojos y que una bilis incontenible me fuera subiendo por la garganta, luego empecé a gritar: "¡¡LES ODIO!! LES ODIO!! ¡¡VIEJOS SU PUTA MADRE!! ¡¡ES HORRIBLE!! ¡¡LES ODIO!!, ¡¡LES ODIO!!", mientras el que pensaba que el anuncio era cojonudo me decía "Xisca, yo pensaba que la medicación funcionaba", los demás se tapaban la cara y se reían, y la chica que estaba a mi lado me decía "No, no", como para tranquilizarme.

No entiendo como es que todo el mundo está tan encantado con este anuncio: se trata de que un creativo de publicidad se ha paseado por la red y ha visto que mucha gente recuerda su infancia en los ochenta, y se ha dicho "Ah un nuevo mercado jejeje", retorciéndose las manos cual visir de de las Mil y Una Noches, y no lo han dudado: han escogido un puñadito de tópicos ochenteros -entre ellos como no, el anuncio de Coca-Cola de la época- y los han puesto ahí como si los hubieran descubierto ellos, rebautizándolos como "pasado glorioso" y convirtiendo nuestros recuerdos en una partitura más del variado repertorio de los Flautistas de Hamelin actuales.

Y luego está lo de que somos felices, aunque estemos asfixiados por la precariedad laboral, las múltiples financiaciones de todo lo que se supone que nos hace tan dichosos y que hemos acabado comprando porque creemos que lo necesitamos, gracias a la publicidad y la influencia de los medios, que promueven valores basados en lo superficial y lo accesorio; ponte esta crema y serás joven y bonita para siempre, ven a nuestras clínicas y te convertiremos en ninfa o en efebo, métete este desodorante en los calzoncillos y no sólo no te escocerá sino que todas las mujeres se restregarán en tu entrepierna, cambia a tu marido por otro porque no sabe manejar la lavadora, adelgaza hasta la muerte para ser preciosa y divina y caber en la ropa para niñas de doce años que fabricamos etc., etc. y así todos los intermedios en los que te da tiempo a hacerte la cena o doblar la ropa o leer un cuento corto.

Antes me gustaban algunos anuncios, como ese de Levi's en el que suena el "Mad about the boy" de Dinah Washington, que parece basado en el bellísimo cuento de John Cheever acerca de un hombre que pasaba toda una tarde atravesando las piscinas de sus vecinos a nado, con el aparente propósito de localizar a sus hermosas hijas, si no recuerdo mal. De hecho, anuncios como el de Richard Clayderman en su piano sin control no me molestan en exceso, aunque los mire con recelo igualmente, pero de un tiempo a esta parte los anuncios se han vuelto increíblemente agresivos, cada día hay más que no soporto.

Pondré algunos ejemplos de los que me han dado algún estremecimiento que otro: ese concreto de los Siemenseros que vienen a por ti si no les haces bien la cena a los crueles gafapastas, este otro en el que una cabrona de mierda le pega una patada tremenda a su novio que le está dando un masaje en los pies por no saber poner el lavavajillas o el actual en el que traen a una pareja y a su perro en cajas porque son perfectos para nuestras cocinas (!¡), aquel otro de relojes con Santi Millán que va de guapo rompecorazones sin serlo -qué odioso era diciendo "know how", me daban ganas de estrangularle ahí mismo-, el que intentaba vender unas joyas feísimas para hombres poniendo a una especie de tipo depredador que iba follándose a todas sus vecinas y amigas -muy guapas todas ellas, un sátiro muy selectivo- y que casi se tira de un puente, pero viene una chica por la carretera y decide volver a empezar. Lástima que este anuncio no terminase con un empujón preventivo, pero claro entonces ningún tontino se compraría un costoso trozo de metal colgando de una cadena de cuero creyéndose que le va a suceder lo mismo, el pobre.

En general, todos se basan en mentiras totales o parciales, son una estrategia, una manipulación destinada a vender un producto determinado, y a poco que sea uno inteligente sospecha en algún momento o incluso es consciente de ello la mayor parte del tiempo, aunque a veces te sorprendas pensando si no deberías comprarte ya una crema para la cara, claro que luego resulta que son muy caras y no hay manera de saber si es cierto que hacen efecto. Ya lo dijo la señora de la perfumería de mi pueblo, "la única manera de que no te salgan arrugas es morirse."

Quizá estos son los peores, los de cosmética -por cierto, cuidado caballeros: ahora van a por ustedes- y los de productos light, en los que se promueve el culto a una imagen de perfección física inalcanzable, en los que salen hombres y mujeres montados a lo Frankenstein; esa tía tan buena que veis, resulta que está compuesta por el culo de una, las tetas de otra, las manos de una más y la cintura de aquella de más allá, todo ello fotografiado con la luz adecuada en el momento oportuno. Toda esa gente no existe, son un producto conformado para vender otro, cremas y jabones que alisarán tu piel hasta que parezca la amplia frente de una Nancy y vuelvas a los veinte de años de sopetón, esos veinte años aparentes o verdaderos que hacen aparecer como el pasaporte para todo lo bueno, para ser inmensamente felices.

Y esa felicidad total tampoco existe, hay momentos, hay muchas cosas que hacen que la vida valga la pena y que sería muy largo tratar aquí, pero no están en la puta publicidad, eso os lo garantizamos, yo y cualquiera.

Aunque caigamos en falta en ocasiones, -es muy difícil soportar tal bombardeo- aunque no dejemos de pertenecer a esta sociedad, espero que las personas sean más o menos conscientes de que no porque algo se anuncie por televisión o en cualquier medio es necesariamente bueno o imprescindible, hay más criterios que ese, y de ningún modo un coche debería significar todo un estilo de vida o una mayonesa light sugerir a mujeres de cierta edad que la necesitan porque no hay ningún hombre en su vida.

Sé que lo veo desde un sesgo muy inquietante y exagerado comparado con los demás, pero no puedo evitarlo, siempre he pensado que si fuera publicista tendría un importante cargo de conciencia, es como si la publicidad fuera la representación última del triunfo de la forma sobre el fondo, no puedo consentirlo ni aceptarlo como si nada, detesto participar en esta aquiescencia.

Y unas cositas más: no he visto al tal Orzowei en mi vida, cuando jugaba Maradona no tenía más de siete años y tampoco lo recuerdo, pero sí me acuerdo de que un niño me dijo un día en la cola del supermercado que si tiene usted cinco duros, señora, y yo le respondí "Vale, pero no soy una señora, sólo tengo diecinueve años".

Como lo dicen los de la Bebida del Imperio, me imagino que entonces ya me tendría que haber retirado de circulación el Consejo de Ancianos, tras hacerme unas preguntas sobre Orzowei y su puta madre.

Por lo que a mí respecta, tenéis la gracia en el culo de la botella, y no toquéis en vuestra puta vida "Don't you forget about me", qué vais a saber vosotros lo que significa ni de donde viene ni nada de nada ni os importa lo que no se vende, bastardos, miserables, sabandijas, vendefantas, cabrones, hijos de putísima, publicistas.


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