jueves, 9 de junio de 2005

BUENOS PROPÓSITOS




Una vez más vuelve a suceder. Soy demasiado considerada y esto sigue provocando que cada vez más entidades y personas con menos escrúpulos se aprovechen de esta ética excesiva que asola mis posibilidades de contraataque: la añoranza y la desesperación me consumen por momentos, el Inquilino Comunista está siendo especialmente doloroso y debilitador y encima ahora me acosa una encuestadora telefónica por haber sido amable, y por un fallo SUYO, que dijo “Un momentito” y se cortó la llamada, lleva tres días despertándome inmisericordiosamente por la mañana; intenté contestar una segunda vez y a mi vetusto Nokia le falló la batería. No sólo no es capaz de inventarse las respuestas que le queden, sino que además me toma por idiota, y ha hecho ver que no me conoce también esta mañana, y esta tarde ya estaba volviendo a llamar, pero afortunadamente no he llegado a tiempo, subiendo las escaleras aprisa por la vana ilusión de que se tratara de alguien ofreciéndome un trabajo solitario y muy tranquilo, sin compañeros que no sé de qué lado están.

No entiendo como estas personas disponen de mi móvil, ni con qué derecho se abusa de mi escasa paciencia de este modo; estoy pensando en abandonar todo principio, por difícil que me resulte y combatir el fuego con fuego: si este avasallamiento continúa, me voy a la Oficina del Consumidor y pongo una queja, y si tienen que despedir a esta estúpida que la despidan. Y si no soy capaz, la próxima vez que llame le pongo “Todo nos parece una mierda” de Astrud a toda hostia hasta que se canse de telefonear y acabe siendo ella la que tenga miedo. Jódete, zorra, esto se acaba de convertir en algo personal.

Allá por el lunes me encontré casualmente con el autor del poema improvisado del post anterior, paseando a su hijo por el puerto y aparte de revelarme inocentemente que mi supuesta mejor amiga del trabajo me había estado ocultando que en su trabajo del año pasado no la querían por conflictiva, lo cuál me está dando mucho que pensar, me dijo que no me preocupara por la entrevista que me había fallado, que su mujer trabajaba allí y que mi inglés no había sido el problema, es sólo que no me habían visto agresiva, y que eso es lo que buscan en esos hoteles. Vaya, ahora tienes que ser como un yuppie encocado de película de los ochenta, qué nivel.

Y en todas las empresas, me atrevería a añadir, y en todo el mundo; me siento muy desanimada y creo que tengo una grave crisis de valores, hasta el punto de descubrirme sintiendo un asombroso odio reconcentrado en la enésima reemisión de “Doctor en Alaska” por IB3, por dialogantes, cultos ,blandos y cursis, que así no se arregla nada, Cicely sólo podría existir como campo de concentración de almas cándidas. Nunca pensé que llegaría al extremo de considerar a Ed un pobre tonto, a O’Connell una neurótica sin remedio, a Shelly una boba con mucha suerte, a Chris Stevens un gafapasta que se tira el rollo y pasar luego a identificarme con el gruñón pragmático de Minnifield o las para mí muy lógicas dudas de Fleischmann, con razón acabó marchándose de lugar tan políticamente correcto.

Debido a la acumulación de pequeñas derrotas, siento que ser buena persona es quizá una cobardía, que somos así porque no nos atrevemos a ser unos cabrones, a pasar por encima de los demás para alcanzar nuestros fines: veo todo lo que pasa en el mundo, leo sobre esos pobres chavales acosados, como yo misma hace tanto tiempo, y me impresiona que en verdad no puedan hacer nada, solo cambiarse de centro o incluso acabar con su vida; esa es sólo una de las muestras de algo que cada vez me preocupa más, el que se tienda a justificar al agresor y a culpabilizar al agredido, por débil, por no tener carácter, vamos, que si te roban es porque estabas en la calle. El caso es que al que han agredido es a ti, pero como eres mejor persona, pues sabrás perdonarles, pobrecitos, que ellos no pueden porque son unos tarados.

Se supone que toda esta gente, los trepas, los acosadores, los violadores, pederastas y asesinos o los torturadores de la Noche de los Lápices, en sus distintos grados de perversidad, tienen remordimientos, no duermen por las noches y se sienten mal al ver las consecuencias de lo que les han hecho a otros. He intentado seguir creyendómelo, pero de un tiempo a esta parte no puedo quitarme de la cabeza que estamos indefensos, atados de pies y manos por unos principios y unos valores que sólo nosotros respetamos y de los que otros se ríen en nuestra cara, además de usarlos como trampa y como escudo. Y además se divierten y disfrutan de lo lindo, para ellos no somos nadie, somos peleles merecedores de sus continuas manipulaciones en provecho propio, así de claro, ya no veo argumentos por los que esto en general, no pueda ser así: pienso que deberíamos personalizar las medidas a tomar en cada caso, si a alguien las buenas palabras y las argumentaciones le entran por una oreja y le salen por la otra, pues hay que buscar soluciones más contundentes, y no por eso vamos a ser menos justos, creo yo.

Pues se ha acabado. El lunes a la oficina y que se joda la señorita, si a mí me despiden por el capricho de una trepa desequilibrada, a ella más, el respeto para quién se lo gana.


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