lunes, 4 de octubre de 2004

PAINT IT BLACK



Mónica, una de las primas de Jokin, escribe tras el funeral una serie de preguntas que aún no tienen respuesta: "¿Dónde miraban los profesores mientras Jokin sufría delante de sus ojos? ¿Qué hace el Estado con nuestros hijos, en sus escuelas, cuando se los confíamos? ¿Qué clase de mundo estamos construyendo que hace de niños de 14 años torturadores sistemáticos y sin escrúpulos?". El penúltimo capítulo del acoso a Jokin tiene su origen el pasado mes de agosto. Él y otros compañeros pasan unos días de campamento en Zuaza (Álava). El monitor sorprende a 25 de ellos fumando hachís. Les dice que, nada más volver a Hondarribia, mandará una carta a sus padres contándoselo. Cuando los padres de Jokin la reciben, van a hablar con el monitor. Éste les muestra su extrañeza: "Qué raro que sólo os hayáis interesado vosotros...". La madre de Jokin descubre que muchos de los chavales han conseguido interceptar la carta en el buzón. Tras ser sorprendidos, acusan a Jokin de chivato. Empiezan las palizas. En la reunión del martes 21, la madre de uno de los presuntos agresores defiende a su hijo y acusa a la de Jokin: "Tú, al decírnoslo, rompiste la lealtad de la cuadrilla".

A eso de las seis de la tarde, un hombre que pasea su perro junto a las murallas, encuentra el cuerpo de un muchacho. Mensaje desgarrador Horas después del suceso, un compañero escribe un mensaje desgarrador en el mismo chat de Internet en el que participaba Jokin: "kuant ms tiemp psa peor m sient es cmo un gusno ke cme mi interior x no abert defndid. (Cuanto más tiempo pasa peor me siento. Es como un gusano que come mi interior por no haberte defendido)" Todos los testimonios caminan en la misma dirección. Se explican entonces los padres por qué el año pasado la odontóloga tuvo que cambiarle a Jokin el aparato de los dientes. "Se lo rompieron de una paliza", desvela por fin una compañera, "yo estaba allí cuando le dieron la paliza, pero me dijeron que si decía algo irían a por mí". Se enteran también de que la inquina venía de antiguo.

Al principio del curso anterior, Jokin sufrió una descomposición de vientre. Desde entonces, la persecución fue continua. Hay días que tiene que salir del instituto corriendo para que no lo alcancen y le peguen. Otros días, como el pasado martes 14 de septiembre, se encuentra al llegar a clase con una pintada vejatoria y un buen número de rollos de papel higiénico sobre los pupitres... Nada más ser levantado el cuerpo, la muralla de Hondarribia se llena de velas, flores y mensajes. En casi todos hay algo que, dentro de lo posible, conforta a la familia: el cariño de los chavales por Jokin. Pero también algo que mueve a la rabia, a la desesperación. En uno de ellos, firmado por siete chicas y un chico, se lee: "Si alguien hubiera tenido el valor suficiente como para confesar todo lo que sabía quizás no hubiera sucedido nada de esto. Sabemos que tú tampoco querías marchar, pero no había otra solución; lo sabemos, te has marchado. No volveremos a contemplar tu mirada, tu sonrisa". Unas horas antes de tomar la fatal decisión, Jokin escribió en su chat de Internet: "Libre, oh, libre. Mis ojos seguirán aunque paren mis pies".

No saltó la luz de alarma Jokin tuvo un problema: era listo. Sacaba buenas notas. Incluso en alguna ocasión acudió en auxilio de una profesora que naufragaba ante un problema informático. Durante los meses terribles en que sufrió las palizas y la humillación de sus compañeros de aula siguió sacando buenas notas. Quizás por eso, piensan ahora sus familiares, no saltaron las alarmas, no se encendió la luz roja. Uno de sus tíos explica: "El chaval era introvertido, tenía su dosis de orgullo y era muy inteligente. Y yo creo que había desarrollado una doble personalidad hasta un límite insospechado, aunque esto suene impropio para un crío de su edad".

Lo trágico del asunto es que, si algo no había sido Jokin en su corta vida, era chivato. De eso le acusaron cuando se descubrió lo del hachís del campamento, pero ni aun en sus peores días, cuando ya tenía en su cuerpo los moratones que luego encontrarían los forenses, aceptó decir quiénes eran sus verdugos. Sus padres le ofrecieron cambiar de colegio, y dijo que no. Algunos amigos del pueblo le ofrecieron una nueva cuadrilla, y dijo que no. Protegió a los suyos de su sufrimiento.

Creo que hacía años que ninguna noticia me entristecía tanto. Cuando pienso que nadie hizo nada, ni siquiera el propio afectado... no comprendo estas aquiescencias; también las sufrí en su momento y cada vez que veo un caso de estos -¿ no son muchos ya?- me siento afortunada y culpable a un tiempo, por haber logrado escapar con vida y sin demasiadas marcas.

Personalmente, no tendría consideración alguna con quiénes parecen ser los intocables y feroces cachorros de alguna familia importante política y/o socioeconómicamente en esa comunidad; nada menos que hijos de profesores...me pregunto qué clase de docentes pueden ser los que descuidan la educación de sus hijos hasta ese punto, si bien es posible que sean como la soberana imbécil que le reprochó a la madre del muerto que si había roto la lealtad de la cuadrilla: por no hablar de que compañeros así no merecen ni los buenos días, a ella no sé qué habría que romperle ahora mismo. Espero que leyendo sus bonitas declaraciones en la prensa no vuelva a dormir en una buena temporada, al menos eso.

Sería hermoso pensar que a esa escoria esto les haga reflexionar, pero sinceramente no lo creo: seguramente les envalentonará y hasta lo usarán para chulear aún más a toda esta gente que no hablarán mucho los unos con los otros, o hubieran visto claro que uniéndose todos, a estos macarras podían darles para el pelo, que otra cosa no entenderán. Y no me vengáis con rollos magnánimos de que hay que perdonar, hay gente que si la perdonas lo único que van a sacar en claro es que eres tonto y pueden hacértelo las veces que quieran...también habría que hacer distinciones con eso, la verdad.

Por ejemplo, hoy las brujas de la recepción de Eastwick me han regalado una especie de candelabro hippie con lunitas esculpidas o vaya usted a saber, por mi santo, aduciendo que no sabían mis gustos: para mí no es sino el Cenicero de Troya, y poco efecto me va a hacer, excepto que ahora tendré que traer los bombones que solía traerles a mis compañeros del año pasado por mi cumpleaños por una simple cuestión de cortesía, no porque tenga la más mínima intención de celebrar nada con ellas.

Por otro lado, mi recepcionista alemana favorita y otra recepcionista del año pasado me han invitado a una cena del gremio para mañana, además de llamarme para felicitarme y lamentar que ya no pudiera traerles un surtido de galletas y charlar un rato con ella y Tulipán, el holandés, que también andaba pululando esta tarde por el hotel...aquí, en este simulacro hostelero de "Yo, Claudio", se les echa mucho de menos.

Otro día más sin ganas de nada y teniendo que tirar la cena porque soy incapaz de comérmela y he aborrecido la comida china para siempre: me temo que este post es una contribución más a la plaga de posts depresivos que estoy notando últimamente, pero que pongan que lo hice por no ser menos :P


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