lunes, 11 de octubre de 2004

LA TORTUGA PIERDE OTRA VEZ


Antes de nada, decir que no me arrepiento de ni una sola de las aceradas líneas que han surgido a raíz de la cuestión fundamental del verano: no hay quién soporte esto por más tiempo, y no voy a cambiar mi postura ni a pasar a confiar así de repente en personas en las que no he confiado en todos estos meses. Ya cometí ese error con anterioridad, en otros ámbitos más personales, y no volverá a suceder.

Hablaba ayer de una explosión de carácter de hace semanas, pues bien: ésta ha traído más consecuencias de las que yo pensaba. La otra, que no la principal, se ha empeñado esta tarde en que me sincerase con ella...me he dedicado al relato selectivo en lo concerniente a su persona, es decir una versión sin espinas de lo que he dicho en este weblog: le he aclarado en todo momento que mi firme creencia de haber sufrido mobbing -manda huevos que uno que yo me sé va a tener razón y ni siquiera se dan cuenta de lo que hacen- se debía más a lo sucedido este invierno con mi tío, con asuntos familiares cuya naturaleza exacta no podía revelar, y que habían sido los pilares de mi desmotivación total, que al parecer se ha notado...supongo que no debí mirar con tanta insistencia el reloj o perderme en nostalgias y arrebatos existencialistas, pero no deja de formar parte de mi característica más acusada, una monstruosa capacidad de abstracción.

En fin, no podía esperar que no se defendiese de la acusación de perrito faldero -no lo inventé yo, pero me gustaría saber quién- , que me ha dicho que ya eran amigas de antes para justificarse, afirmación que yo he aprovechado para decir que dije que estaba de acuerdo sí, estaba enfadada, pero que mi opinión era mucho más complicada que eso, que lo es: he osado decir que la veía atrapada en una situación de compromiso, pero ella ha insistido en que era así de siempre, que era gilipollas, y me ha acusado de una falta de compañerismo apabullante y de no haber trabajado como ella y mi recepcionista alemana favorita. Además me ha dicho que no era una correveidile y que no iba a decirle nada, si bien yo sólo he hecho vagas precisiones sobre que no se trataba de ella...seguro que se lo dirá, como ella misma ha dicho, todo el mundo ha hablado de todo el mundo y lo van a seguir haciendo. Y todos y cada uno de ellos sacarán sus propias conclusiones.

Me ha dicho que tenía que cambiar, por mi propio bien, pese a que yo he insistido en que sabía perfectamente que había perdido el interés, en que éramos esclavos, que no teníamos derechos, que no era compañerismo ni nada que se le pareciese seguir con esta situación tan precaria, pero ella ha dicho que había que separar la amistad y la enemistad del trabajo y de los empresarios...dudo que tal cosa pueda hacerse, aquí van todos de la manita como buenos hermanos, de esos inseparables. He pensado en decirle que otros pensaban que ella sólo vivía para trabajar, pero me ha dado pena, me ha parecido demasiado, bastante tiene con empeñarse en creer que su vida es su trabajo, que lo hace porque es gilipollas.

Cómo siempre, se ha usado contra mí la rapidez y el dinamismo que me caracterizan, esas ombres mortes que me harán triunfar en toda entrevista de trabajo con jefes de recepción encocados: no negaré que me preocupa eso, que sé que sencillamente no puedo hacer las cosas más deprisa, cómo si viviese en otro ritmo y el tiempo pasara para mí de modo diferente, cuántas veces me he angustiado pensando que al final voy a acabar viviendo en la calle o en un campo de concentración para lentorros varios que acaben montando las grandes corporaciones, eso si no encuentro un trabajo dónde valoren otras cualidades mías, como tomarse interés en llevar a cabo mi labor de forma correcta, con un mínimo de responsabilidad al que tantos ya ni se molestan en llegar y no saben cuánto les comprendo ahora, aunque sin quedarse tres horas de más ni hacer milagritos, claro...y yo soy compañera si estoy en un buen ambiente; no es que me haya acomodado en esa posición de "estar en los mundos de Yupi" sino que he pasado a modo de parapeto, sencillamente, sin dejar de cumplir con el horario establecido ojo, que ahora encima van a decir que no he trabajado...he insistido en que sí he trabajado mis ocho horas. Está claro que nunca me van a escuchar, es su palabra contra la mía, o más bien su visión del asunto, no ven que no todo el mundo puede autoengañarse respecto a esta mierda de curro tan bien como ellas...

No sé si alegrarme de que lo de ayer no fuesen paranoias, aunque he aclarado lo de las mañanas: me ha dicho que no me ponían por las mañanas porque pensaban que no era capaz de sacar el trabajo adelante, cosa a la que yo he respondido que pensaba que no me ponían por las mañanas para que no pudiese demostrarlo.

Así que tablas, señores, y ya me puede decir que a final de temporada no tenía que levantar la liebre, porque todo estaba calmado, cuando más bien seguía oculto, que es muy distinto.

En algún momento de este negrísimo otoño-invierno se sabrá que yo he dicho todo esto, por tanto me voy a sentar a esperar a que se demuestre que soy una desagradecida por todos los medios y que no me llamen ni para la cena ni para la comida ni para la hora del té con la Liebre de marzo.

Suerte que el jueves se cierran las puertas del infierno. Se previene que nos vamos a tener que buscar otro que queme menos, a ver si hay suerte.

*Muy bien: estoy leyendo el libro que me he traído acompañado de mi cena, consistente en una bolsa de Doritos, una chocolatina Cadbury's y un Sunny Delight de naranja. Ya que si trabajo luego resulta que no, que les den a todos. A la mierda.

**NO SÓLO NO PIENSO IR A ESA PUTA CENA NI A ESA PUTA COMIDA, SINO QUE EN CUANTO LLEGUE A CASA ME CARGO EL PUTO CENICERO DE LOS HUEVOS A MARTILLAZOS...


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