jueves, 8 de julio de 2004

TRESCIENTOS QUINCE CON CUARENTA Y CUATRO



Esa es la cifra exacta que separa mi nómina de ayudante de la de otra ayudante más afortunada que yo, por no hablar del peliagudo asunto de las comisiones: ahora resulta que lo que me dieron es una especie de burla, dejando aparte el hecho de que media hora escasa después de darme la miseria correspondiente se presentara ella con un bolso y un vestido nuevos...y hoy me ha echado una bronca por contestarle a una de esas momias protestonas del museo británico sobre sus quejas acerca de una tarjeta telefónica que nosotros sólo vendemos y de la que no creo que tengamos porqué responder...pues la muy cretina un poco más y eleva una queja a la Reina por esa aguda puntualización mía. De nada me ha servido decir una vez más que les hemos consentido demasiado y que así nos tenemos que ver; me ha respondido que gracias a lo mucho que los consentimos tengo trabajo.

Ya. Un trabajo en el que no me piden que me folle a los clientes para pedirles disculpas de milagro; dales cinco años más...hace poco más de una hora, me han tirado el cristal de unas gafas, que por mala puntería del hooligan me ha dado en una pierna. A ver cuánto falta para que intenten agredirnos en serio; no creo que valga la pena quedarse en esta isla de acojonados resignados a comprobarlo mucho más tiempo.

No creo que olvide la mirada de pánico del líder sindical de UGT que he visto este mediodía en las noticias locales hasta que acabe la temporada: es la mirada de todos los mallorquines, que sabemos que el año que viene se acabó todo.

Los hoteleros merecéis ser exterminados, ni siquiera os enterraría , os colgaría de los almendros para que las lechuzas den buena cuenta de vuestros podridos interiores.

Hijos de puta.

*Mientras las grandes cadenas dan a elegir a los trabajadores de hoteles de todo el año entre irse a Canarias o aceptar ser fijos discontinuos, nuestro gobierno se va de putas a la mismísima Plaza Roja. Qué me dejen una avioneta...


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