sábado, 20 de marzo de 2004

BLUE HOTEL


"¿Quién quiere ser recepcionista?"
Mi futura jefa de este verano, esta mañana.*

Quizá sea una cita convenientemente sacada de contexto, como los titulares de las entrevistas, pero expresa muy bien lo que siento respecto a mi actual trabajo: desde que la sección Alta suciedad de mi familia me la jugó con el dichoso cursillo de autoconfianza -lo que sí voy a necesitar es toda una diplomatura para volver a confiar en ellos, y me da que ni la voy a empezar- he perdido la ilusión y la actitud positiva que tenía hacia lo que no deja de ser un oficio honrado, que no será de los peores, pero tampoco de los mejores y cuyos niveles de servilismo te machacan la autoestima a poco que te descuides. Y en esta roca de vendidos sin dignidad, más.

Al final las cosas han quedado así: me voy a pasar todo abril en la capital, haciendo unas prácticas del todo ilegales y no remuneradas en un hotel de cuatro estrellas de la playa...supongo que la gente se preguntará cómo se me ocurre, por qué no los mando a la mierda. Pues porque no es tan fácil encontrar trabajo y llevo ahí tres años, aparte de que era semi-joven y no dejaba de necesitar el dinero. Luego en mayo, me incorporaré a unos apartamentos mejor situados que los anteriores, y de eso he estado hablando esta mañana con la que es la directora.

Naturalmente, me voy a aprovechar de esta situación, ya que la única ventaja consiste en que no me tengo que presentar allí ocho horas -a lo mejor si me hubieran lobotomizado...no te fastidia- y los fines de semana libres, porque si estoy todo el mes, va a ser un must, va a ser mi precio. Es por todo ello que ayer me estuve pateando la ciudad en busca de alojamiento.

Cómo muchas cosas, dado el aplazamiento vital que he sufrido tantos años, nunca me había aventurado sola en busca de un hotel, hostal o similar, y no podía dejar de estar nerviosa hasta ese extremo en el que tienes una especie de losa sobre el corazón, aunque también cabe atribuírselo a toda la situación, a la perspectiva de tener que aprenderlo todo otra vez y alguna que otra duda existencial de siempre. Hoy estoy algo mejor, inquieta aunque con algunas seguridades, pero sigo sin tenerlas todas conmigo porque después de todo, sigo siendo una tipa ceniza, como me dijo alguien en una habitación de hotel no hace mucho.

Así que me levanté, me monté en el bus y estuve desayunando en mi café favorito, frente a los cines Augusta, para después comprar un callejero, que me pareció la mejor opción: los mapas son enemigos naturales de esta agente, que se las ve y se las desea para no sentir que cuando se trata de situarse en un plano imaginario, empieza a sonar cierta musiquilla insistente y las cejas y aquella clásica bienvenida a la particular dimensión de Rod Serling emergen espesas de los recovecos más catódicos de tu mente. Con el callejero sucedió exactamente lo mismo...*SIGH*

Sin embargo, eso no fue nada comparado con el breve peregrinaje por el panorama hostelero: cuando por fin me atreví a entrar en un hostal del centro que no fuese de lujo asiático, me encontré con dos problemas; no aceptaban reservas por tanto tiempo, dos semanas y media, y no entendían el castellano, tuve que hablarles en inglés...pues no era una leyenda urbana. Y a mí que me parece que si me hubiera hecho pasar por galesa sí que me hubieran aceptado; esto es peor que cuando los alemanes quisieron comprar las Islas y los británicos dijeron que de ninguna manera, que eran suyas. Para llorar, o para largarse con viento fresco en cuánto se tenga oportunidad, elijan ustedes.

Después de tal marcianada -al salir tuve que asegurarme de que estaba en Palma y no en una hipotética parte mediterránea de Londres- y viéndolas venir, me olvidé de los hoteles y me fui a los callejones sitos detrás del paseo del Borne a ver un par de hostales que parecían baratos y estaban muy bien situados...en uno, el patio interior era muy bonito aunque lleno de moscas, y no parecía que fuera a abrirte nadie, por lo que me fui al otro, donde de nuevo, una señora inglesa con aspecto de ex-hippie me atendió amablemente: de hecho fue tan amable de indicarme una alternativa más económica y con posibilidad de cocinarse algo algún día, unos apartamentos en la zona de marcha -si están pegados a uno de los bares que frecuentaba en mis ya lejanos sábados universitarios- que parecían ser una antigua villa de veraneo remozada, de color verde manzana. También me atendieron un par de sesenteras trasnochadas con acento británico que me dieron buena impresión, espero haber acertado eligiendo estos y no otros.

Luego cogí un bus hasta el centro -había venido a pie y me había llevado la gran sorpresa de comprobar que nos han puesto un VIPS en el Paseo marítimo, aunque sin librería incorporada, tenía los pies ardiendo ya- y me dediqué a relajarme, me fui a comprobar si cierto bar de tapas al que iba siempre seguía en aquella oscura callecita que daba a Correos, y ahí estaban todos, el matrimonio mayor tan amable, la camarera, el delicioso variat de la casa. También me animé con una tarta de queso con mermelada, una de mis nuevas pasiones y un café solo, recordando aquellas meriendas de Coopy antes de meterse en los doce sicomoros y no regresar jamás.

Después me fui a comprar unos cedés a Radio Borne, adquiriendo tres de mis casettes fundamentales: el "Hasta luego!" de Los Rodríguez, "Alta suciedad" de Calamaro y "I´m your man" de Leonard Cohen, que estaban a siete u ocho euros cada uno, -cuánto los he echado de menos- hasta pensé en llevarme el "Pequeño" de Bunbury, que lo cogí hace años de la biblioteca y me impactó especialmente y el primer disco de Elefantes, pero me pareció demasiado, quizá encontrara deuvedés o libros que me interesaran y no quería pasarme, aparte que quería aprovechar las ofertas de ropa.

Así que seguí curioseando estanterías hasta el Corte Inglés: tuve grandes tentaciones de comprarme el cedé de Pereza, busqué el primer disco de AIR, había una irresistible caja de Sabina y sus grandes éxitos...pero al final encontré "American Beauty" a buen precio, y cómo no dejo de acordarme de ella cada vez más y la tengo mal grabada en dos partes me llevé a Lester Burnham y sus pétalos de rosas imposibles a casa. A continuación decidí que me iba a saquear la sección de ropa interior y obtuve un botín primaveral de lo más bonito, en tonos lilas y con florecillas y esas cosas; el rosa estará de moda, pero sólo me atrevo con el que sea muy pálido. Una vez más no encontré nada verde, y eso que tienen amarillo y cualquier otro color absurdo, por no hablar de esos picardías con plumas de los años sesenta que me hacen tanta gracia, aunque no más que la moda de este año...pffff...tacones con calcetines, la descojonación. Y cuando acaben(mos) llevándolo todas, ya verás.

Por si no hubiera sido suficiente, me encapriché de la idea de un auténtico batido de fresa y volví a otro de mis cafés favoritos -llevaba muy proustiana desde las nueve de la mañana, no hacía más que recordar mis infructuosos años de universidad a cada paso- una especie de cafetería-heladería italoamericana muy pequeñita en el que obtuve ese batido que tanto necesitaba, además era de esos tan densos que casi no puedes succionar, ni con tres pajitas. Incluso había un intelectual hablando a gritos sobre lo innecesario del celibato y relacionándolo con la escultura, mientras una pareja de novios adolescentes en la otra mesa intentaba no reírse y no hacerme reír a mí, de paso.

Al final regresé a la tediosa Sunnydale con mi hermano Pakito soltando panfletos antisistema en el asiento contiguo, que ya me había acompañado medio viaje hasta la ciudad de las galletas, que es dónde trabaja, y reanudamos la conversación interrumpida por la mañana: me dijo que volviera a poner La Internacional en el móvil que papá delira y piensa que nos van a meter en la cárcel, pero es que la sintonía de Expediente X queda tan bien...

Bueno, pues Alea Jacta Est, y seguiremos informando. No descarto que esto le interese a alguien...


*Añadido 12 de febrero de 2015. "Mi futura jefa" no es otra que mi futura acosadora laboral...ahora pienso si no fue a convencerme de que me buscara otra cosa y al final no se atrevió. 


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