martes, 21 de febrero de 2012

BLACKOUT



El año pasado, casi todos mis posts fueron sobre ti.

No he ido al cementerio más que una vez; me siguen gustando, con su paz, su silencio y su sol, quizá más que antes, pero no estás en ese, y luego estás en todos y en todas partes. En realidad, no estás más, no me acostumbraré nunca, estoy aprendiendo a vivir con estas ausencias, imagino que es mejor así, que ya soy algo mayor y pasará más veces, me tengo que hacer a la idea.

He titulado este post como esa bellísima canción de Muse que escuché tantos días antes de que te murieras, ya dije que si encontraba "Absolution" por ahí me lo compraría, ahora significa mucho para mí. Lo usaré todos los 21 de febrero, aunque estemos a 22 porque ayer no se me ocurría nada, no sentía nada, sólo lo de siempre, la extrañeza de que siga el mundo adelante, quizá la sensación de que no hay nada más, ya está. Ya me olvido muchas veces de ella, pero siempre estará. Todo este año he tenido la versión de "Hurt" de Johnny Cash puesta, ahora no sé si te hablé de ella alguna vez, es posible que lo hiciera, a ti te gustaba la música.

Pensé en hacer unas fotos, llegué a hacer un par en el hospital, en el café donde nos sentamos a desayunar contigo por última vez, sin saberlo. Pensé en hacer unas fotos, en sólo poner esas imágenes y ya, pero luego las hago y no son como yo quiero, como las veo en mi mente, no son como tus fotos imaginarias, las que lamentaré siempre no haber hecho en su momento. Tú dando de comer a los periquitos sin gafas, sin ver mucho y con una sonrisa, o encendiéndole un cigarrillo a mi hermana con el codo en cabestrillo, tú que no querías que fumara.

A veces te veo cuando Tere arregla cosas fumando, cuando Xisco se enfada igual que tú u oigo los pasos de Pepe cuando viene de visita, o pienso que si me fijaba mucho, mis ojos se parecían a los tuyos, tan mal y tan estropeados después de tantos años. Hasta en ese color pardo que nadie sabe de dónde sale, todos los demás tienen los ojos oscuros.

Me quedé con tus llaves de casa, tu llavero del banco donde eran tan amables contigo y lo siguen siendo con mamá, la llave que retorciste porque ya no tenías fuerza para abrir la puerta del garaje, unos días antes.

Ya no viste el terremoto de Japón ni lo de Fukushima ni ves ahora cómo quieren jodernos la vida a todos para los restos, qué triste te pondrías y cuánto te preocuparías.

A la demás gente le está pasando también, me parece que son demasiados o será que ahora me fijo sobre todo en ellos, el otro día me dijeron que el chico de mi centro de trabajo al que se le murió su padre tiene una depresión, ni siquiera puede cuidar de su perro, se lo cuida otra persona. Me da mucha pena, veo algo así y aunque no conozca a quién le pasa, aunque me caiga mal, deseo que se reponga cuánto antes, que se adapte a este vacío, a los vacíos que puedan venir. Me preparo para ayudar a otros, sean quiénes sean, una extraña locura que me ha dado y que no sé si es algo que se me pasará.

No estás, es raro, no tiene sentido, no me acostumbro.

Un día yo tampoco estaré, quizá dentro de treinta o cuarenta años, me parecen pocos, y encima, mira lo que nos quieren hacer. A ver si el año que viene te puedo contar algo mejor.

Hasta luego, papá, aún me acuerdo de tu voz.

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