miércoles, 22 de febrero de 2006

BRUTA, CIEGA, SORDOMUDA**



Eres una chica estupenda, una chica muy buena, no hay razones para odiarte.
Mi tutora por los gélidos pasillos del hotel, esta misma mañana.


Primero, me gustaría pedir disculpas. No era una sonrisa fría, ni tenía los ojos como botones de plástico brillante, ni era ultraconservadora, ni era sólo que se casó muy joven y que es una niña bien. O sí, quizá es todo eso, pero es buena gente, es posible que muy buena gente, y debí quedarme con esa primera impresión, y no sentenciarla tan precipitadamente, suerte que las penas que impongo siempre cuentan con el beneficio de la duda, aún las más duras.

No ha dudado en aproximarse en cuánto he sucumbido a toda la paranoia acumulada en estos meses de tensión y eterna espera, intentando cargar con el peso del mundo entero sobre mis hombros, preocupándome absurdamente por todas las malas noticias en este país y fuera de él, por ejemplo.
Tengo tanto miedo de no encontrar la manera de dejar de pensar que ahora va en serio, que el mundo, tal como lo conocemos, está a punto de acabarse, que ya estamos en el límite, en el último tramo de la caída del Imperio Occidental, como uno de esos malos presentimientos que sé irracionales y que terminaban por desvanecerse; este ya está durando demasiado, vuelvo a pensar en la desolación más pura que he sentido jamás, sólo superada por la impotencia ante la muerte de un ser querido y otros desastres, en ese matrimonio de ancianitos ingleses que se mueven por "Cuando el viento sopla" de Murakami, en que no puedo ni leer el cuento sin que me arrasen las lágrimas ni dejar de sentir un terror que sólo se siente cuando eres pequeño y piensas que nadie puede ayudarte.

Es el mismo que me ha invadido mientras tenía la vista fija en unos apuntes que ya sólo podía ver en una distorsión acuosa, mientras la jornada escolar más corta de la semana se me hacía eterna por momentos, y ya no veía modo de escapar a la horrible certeza de que todos me odiaban, de que volvería al infierno del acoso de un momento a otro.

Es posible que todo empezara el otro día, cuando miraba de reojo un programa de debate de la TV3 -no gritan, son razonables- en el que dos personajes de la novela de la sobremesa protagonizaban una discusión sobre acoso escolar, ya que ellas interpretaban allí a acosadora y acosada. Los mensajes de la gente eran estremecedores, sólo nosotros sabemos lo que se esconde tras esas afirmaciones de que no han conseguido olvidar, algo que vino a confirmar uno de los médicos presentes, que aseguró que si el acoso se prolonga durante más de dos años, ya no es posible superarlo del todo, que muchas personas de entre treinta y cuarenta años siguen guardando rencor a los que les hicieron la vida imposible.

No sé en qué clase de persona me convierten once años de acoso continuado en la primera y la segunda infancia, tres años de llamadas hablándome de todo lo que no podía tener por falta de medios en el instituto, o los subsiguientes episodios de mobbing sufridos hace relativamente muy poco. Y saber que sobre todo fue por no tener el mismo dinero que ellos no mejora la concepción que pueda tener de mí misma en ocasiones ni aumenta mi confianza en otros.

A veces pienso que cada vez es menos, que lo voy olvidando, que miro hacia delante, aunque en un pueblo, en un barrio, ese acoso te marque como víctima propiciatoria para siempre jamás o que el tema corregido y aumentado no deje de ocupar páginas y páginas de medios escritos, visuales y virtuales, sin hallar ninguna solución, mezclando víctimas con agresores, siendo para mi gusto, muy comprensivos con estos últimos, demasiado. Aunque no se lo crean, hay gente que disfruta martirizando a otros, es su razón de existir, y puedo imaginar sus carcajadas cuando no está el psicólogo del colegio delante. Sencillamente no les importa, tú eres el débil, tú te pusiste delante.

No sé, podrían distinguir entre quiénes pueden corregirse y quiénes no, al menos eso.

La peor consecuencia de esto es pensar que tu vida pudo haber sido diferente, en todo lo que serías si no te hubiera ocurrido algo así, si serías más seguro, si serías mejor persona. No conviene andar fabulando ucronías y 1985 alternativos, pero ya dijo la madre de Van Morrison que habría días como este.

He pensado muchas veces en escribir algo para animar a toda esta gente, cómo pueden ser tantos, en qué se está convirtiendo el mundo... pero no les quiero mentir, será algo oscuro con lo que convivir, una muñeca calcinada de ojos blancos sentada entre las otras, en el fondo del ropero. Me gustaria equivocarme, pero entiendo mejor que nadie el significado del "rencor", de lo rencoroso y mala persona que encima se atreven a considerarte por no saber olvidar "cosas de niños", por no estarte quietecito en la foto, que tú eres el raro.

Por años que pasen, al llegar a un nuevo grupo de personas, un trabajo, una clase, siempre temes que esté ese al que le caes mal y que logrará poner a todos en tu contra; no siempre está, y es muy posible que cualquier mala contestación o una serie de coincidencias te engañen y te conduzcan a extrañas reacciones, a paranoias sin fundamento real, a pequeños espectáculos de lágrimas incontenibles en público, para que luego te des cuenta con alivio de que te has equivocado, pero también de que no lo tienes tan controlado como creías.

Me han dicho que debía ser positiva, y que todo el mundo tenía problemas, algo que sé y que comprendo, y sin embargo, esto me sigue sucediendo, empieza a abrumarme la sensación de que he hecho algo malo, de que han estado hablando de mí, y no siempre logro hallar argumentos para desmontarla, a veces no llega el artificiero a tiempo.
Luego me arrepiento de no haber confiado, de dejar siempre un margen de error, de percibirme tan opuesta a cómo los demás me ven: ha creído que me movía por sentimientos y que estaba demasiado pendiente de los demás, cuando desde dentro me veo fría, racional y egocéntrica, aunque sea sólo para pensar que siempre vienen a por mí.

Y sin embargo, me quieren, les caigo bien, y creo que se equivocan, -espero que cada vez menos- a ratos.

*Añadido 8 de febrero de 2015. De ser positiva nada, menuda trampa esa para que te calles y no mires lo que hay y no lo digas, que es lo más importante. Ni hablar, ya no cuela.

**Soy consciente que más capacitista no puede ser, me pregunto qué título le pondría hoy en día. Es la canción de Shakira que tanto me ponían en los pubs y con la que me identifiqué bastante tiempo allá por mis sábados noche. 


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