sábado, 10 de abril de 2004

MONJAS Y CURAS, NUNCA SE REUNIÓ TANTA BASURA



Cómo aún es un poco pronto para empezar a preparar la maleta, y tras un día entero en la cama atiborrada de Frenadol -no sé si será psicosomático, pero una vez más se me ha inflamado algo la garganta justo antes de salir de viaje, aunque esta vez sólo voy a la capital por dos semanas y tres días- he decidido hablar de mis creencias personales en cuánto a religión y similares, debido a la combinación de varios factores: ayer estuve de disquisición esotérica y conspiranoica con Pakito en la cocina, ya que había estado viendo uno de los deuvedés que regalan con la "Más Allá", es Semana Santa y dieron "Rey de Reyes" de Nicholas Ray en la tele: desde que hice una serie de artículos sobre los músicos de Hitchcock para una revista cultural hace años, me llama la atención poderosamente que la bellísima música de esta película, especialmente emotiva en las secuencias de los milagros, deba su excelencia a las fuertes creencias religiosas del compositor Miklós Rózsa; quizá sea una de las pocas ocasiones en las que la fe católica ha tenido una aplicación positiva.

No podría decir que crea en algo, más bien debería decir que me dedico a dudar razonablemente de casi todo por precaución, y sobre todo de la religión católica: en su día me negué a confirmarme, ya que me identifico como agnóstica desde los nueve años, tras una clase de religión en la que vi claro lo que era yo. Había demasiadas cosas que no me cuadraban; cuando iba a la iglesia de la mano de mi madre, solía fijarme en los santos y las vírgenes, en sus expresiones de sufrimiento, en cómo la virgen aplastaba a la pobre serpiente con una manzana en la boca con su pie...nunca me gustó aquel lugar, para mí era un castillo lúgubre lleno de malos presagios, y jamás me ha abandonado esa sensación al respecto.


Otra cosa que no me gustaba era el sacramento de la confesión, nunca entendí de qué iba eso y qué derecho tenían a meterse en nuestra vida: en unas convivencias recuerdo que nos encerraban uno por uno en un cuarto con el sacerdote y nos hacían preguntas, si habías mentido, si habías robado, si te habías peleado con tus hermanos...ya en el internado, nos obligaban a confesarnos cada jueves e ir a misa cada mañana antes de ir a clase; yo siempre le decía al sacerdote lo mismo: "No fui a misa el domingo", hasta que un día el hombre se hartó y me preguntó que porque no iba nunca y yo dije que prefería dormir, lo cuál le hizo muchísima gracia. Otra cosa que recuerdo muy bien fue el día que me equivoqué de puerta porque me habían dejado encerrada en el pasillo y me metí en las habitaciones de las monjas, que eran un lujo, a diferencia de aquella sala con literas de hierro en la que dormíamos todas, o la vez que Sor Angela intentó ofrecerme un pastel porque me levanté demasiado pronto y la pillé llevándoles un desayuno a las hermanas, bastante mejor que el nuestro...por increíble que parezca, no acepté el pastel. No quería deberles nada.

Aunque pasé varios años sin volver a tener contacto con monjas o curas, de todos los que conocí sólo destacaría positivamente a la hermana Montse, que estaba en mi facultad privada de Magisterio: es el único miembro del clero que ha escuchado mis dudas al respecto de la religión sin escandalizarse ni hacerme una cruz, como pasó con el párroco de mi pueblo a raíz de un polémico artículo mío sobre la Semana Santa y la cara que le puso toda la clase de religión en la facultad, el día que el muy retrógrado se atrevió a intentar imponernos la idea de que el sexo sólo podía darse dentro del matrimonio: se le levantó media clase en plan que si franquista, que si ya tenemos veinte años, que a usted esto no le incumbe...etc, y la otra media riéndose en su cara. Si hubiera sido más joven, no sé yo si se hubiese llevado alguna hostia, y no precisamente consagrada.

En la actualidad, me hallo lo más lejos posible de mi identidad católica, me sentiría estúpida aceptando y asumiendo unas creencias que no sólo me resultan tan absurdas como la fe ciega en ovnis o hadas sino que encima me ponen verde sólo por ser mujer, reservándome un papel secundario porque así lo decidieron una serie de listillos hace miles de años y lo pusieron por escrito en diversos pasajes de la Biblia.

Hace muchos años que tengo decidido que sólo piso la casa del Señor por compromisos sociales, bodas, bautizos, funerales etc., y que jamás me casaré por la iglesia. Hasta considero la posibilidad de que mi funeral sea laico, que me incineren y que reciten "Annabel Lee" de Edgar Allan Poe en catalán, castellano e inglés mientras me tiran al mar. Y de fondo, "Mediterráneo" de Serrat...si pudiera ser, lo dejaré por escrito. Ya ni siquiera va a ser aquello que decía antes de que yo sólo volveré allí con los pies por delante. Ni por ésas, oiga.

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